ANTONIO MILLAN, UN HONORABLE DEL VIEJO BUENOS AIRES

Para los memoriosos y estudiosos de la historia social de Flores, la figura y el nombre de don Antonio Millán no pasa desapercibido, pues se constituye en uno de sus principales benefactores. Sin embargo, la carencia de una biografía suya completa no hizo más que omitir u olvidar la totalidad de la obra de este importante protagonista del viejo Buenos Aires.

EL ENTORNO FAMILIAR

Antonio Millán nació en una fecha no establecida del año 1753. De joven se aquerenció en Cañuelas donde fue hacendado. Había casado en 1795 con doña Rosa Salazar Espinosa, quien había nacido en el pueblo de Magdalena, provincia de Buenos Aires, alrededor de 1765. Millán tuvo con ella tres hijos: María del Rosario Millán y Salazar, Romualdo Millán y Salazar, y Tomasa Millán y Salazar.

De tales descendientes cotejamos los datos que siguen: María del Rosario Millán nació en 1796 y falleció en San José de Flores en mayo de 1846, según queda certificado por y ante el notario Marcos Agrelo. Su esposo fue un italiano nacido en Liguria de nombre José Bergalo, cuatro años menor que ella. No tuvieron hijos. Bergalo contraría segundas nupcias con Petrona Silva, hija del juez de Paz florense don Isidro Silva, con quien tendrá cuatro retoños.

El único hijo varón de Antonio Millán, don Romualdo Millán y Salazar, vio la luz en 1797. Su señora esposa fue Feliciana Cabrera, y con ella se fue a vivir a la localidad bonaerense de Cañuelas, pagos en los que Romualdo Millán alcanzó la investidura de juez de Paz.

Su otra hija, Tomasa Millán, contrajo nupcias el 6 de junio de 1824 con el señor Antonio Luis Pereyra, quien era oriundo de Viana, Portugal. Este matrimonio le dio a Antonio Millán dos nietos: Norberto y Antonio Luis Pereyra Millán. El último –Antonio Luis- llegó a arrendar terrenos públicos en el bañado de Flores.[1]

Nuestro biografiado tuvo una considerable fortuna, la suficiente como para tener a su cargo a algunos esclavos negros a los que empleaba en diversas tareas de labranza y de hacienda. No obstante, a varios de ellos los hizo bautizar y los reconoció como criados suyos.

Así consta, por ejemplo, en el “Libro de Bautismos de la Parroquia Sº Joseph. De Flores” del 8 de enero de 1809, fecha en que se procedió a bautizar a “JUAN, negro Mozambique, adulto, esclavo de Antonio Millán”, siendo su padrino otro negro llamado Juan, quien era esclavo de Domingo Montarcé. El 25 de agosto de 1810 Antonio Millán bautizó a otros dos esclavos negros, “JOSE  y ANTONIO, adultos, negros Mina y Mozambique”, según consta en la foja 162 de la primitiva Iglesia de San José de Flores.

FUNCIONARIO DEL ORDEN

Se afirma que de joven Antonio Millán trabajó como labrador, y que con los años entró a formar parte del círculo íntimo de Juan Diego Flores, propietario a partir de 1776 de la chacra que originó el futuro pueblo San José de Flores.[2] Cuando se produce la muerte de Juan Diego Flores en 1801, Millán ya era apoderado o albacea de dicha familia, por eso continuaría ejerciendo tal investidura con Ramón Francisco Flores, el hijo adoptivo de Juan Diego.

Al actuar como apoderado de los Flores, eso le reportó a Millán una innegable posición de jerarquía dentro de la exigua sociedad porteña y orillera de su época, por eso logró ocupar diversos cargos gubernativos que no hacen, sino, enaltecer su trayectoria.

A poco de finalizada la Revolución de los Orilleros Porteños, hecho que sucede el 5 y 6 de abril de 1811, uno de sus propulsores, don Tomás Grigera, decidido saavedrista, “fue comisionado por el Poder Ejecutivo para el arreglo de los cuarteles desde Las Conchas al Paso Chico y desde la última de las referidas quintas hasta el Puente de Márquez”. Por eso, el 9 de junio de 1811 Antonio Millán resultó ungido Alcalde de Barrio del Cuartel 6º, que tenía por jurisdicción “Desde la explanada del río y Paso de Altolaguirre al Este hasta el Paso Chico y encontrar con los cuarteles de las quintas del Norte por el Bajo del curato de San José de Flores hasta la quinta de Pedro Moreno en el arroyo de Maldonado al Oeste por el camino del Maestro Felipe hasta enfrentar con el monte de Juan Pedro Córdoba y siguiendo al Sud hasta deslindar la quinta del Sr. Altolaguirre, llegando a la lengua del agua del río de la Matanza”.[3] Antonio Millán ejerció solamente un año como Alcalde de Barrio, pues así quedaba dispuesto de acuerdo a la propuesta elevada al Gobierno Provincial el 19 de noviembre de 1811 por el regidor del Cabildo don Eugenio Balbastro, en su calidad de Diputado.

Partida de Celadores del Buenos Aires colonial.

Más adelante, y ya bajo las medidas gubernativas del Directorio Supremo, el benemérito Antonio Millán fue designado Comisario Celador de Campaña por decreto emitido el 7 de junio de 1817. Junto a él también figuraron como flamantes Comisarios Celadores los señores Joaquín La Madrid y el Dr. Gerónimo Riestra. Con tales nombramientos, el Directorio expresó en el decreto estar deseoso “de minorar en lo posible los males que se experimentan en la campaña por la tolerancia de varios abusos perjudicialísimos al interés común”. No consta hasta cuándo fue Comisario Celador de Campaña el referido Millán, aunque sí sabemos que a partir de 1820 fungiría en otro escalafón, aún más trascendente.

REGIDOR Y LEGISLADOR BONAERENSE    

Consignamos que Antonio Millán fue Regidor del Cabildo de Buenos Aires desde el 19 de febrero hasta el 31 de diciembre de 1820. Juró como tal en la Sala Capitular de la ciudad portuaria en la primera de las fechas mencionadas, oportunidad en que asumieron como “Regidores Llanos” nuestro Antonio Millán, Miguel Mármol, Clemente Cueto, Ventura Zavaleta, José Tomás Isasi, Ramón Villanueva y el síndico Rafael Blanco.

Durante su rol de Regidor Llano cabildante, tocó a Millán legislar en medio de las convulsiones que sufrió Buenos Aires al ser vencida militarmente por las fuerzas federales del brigadier general Estanislao López, de Santa Fe, quien logró la disolución del Directorio porteño luego de la batalla de Cepeda (1º de febrero de 1820). A partir de entonces, el Cabildo de Buenos Aires retomó el control político de la ciudad, y allí es cuando se reeligieron autoridades, una de las cuales recayó en Millán. Es esta etapa institucional la que recibió el mote de “Anarquía del Año XX”, pues significó para Buenos Aires la momentánea pérdida de su dominio político centralista.

Justamente, el 27 de noviembre de 1820 la rúbrica de Antonio Millán fue una de las que suscribió el “Tratado solemne definitivo, y perpetuo de paz, entre Santa Fe y Buenos Aires”, a través del cual deseaban “tranzar las desavenencias desgraciadamente suscitadas, poniendo término a una guerra destructora entre pueblos hermanos”. El famoso Tratado se sancionó “en la estancia del finado d. Tiburcio Benegas a las márgenes del Arroyo del Medio” el 24 de noviembre de aquel año, y se ratificó en la “Sala de sesiones de la junta provincial de Buenos Aires a 27 de noviembre de 1820”.[4] Otro de los firmantes fue Juan José Passo.

En paralelo a su función de Regidor Llano, el 8 de septiembre de 1820 se informaba en las páginas de la Gaceta de Buenos Ayres que Antonio Millán había sido electo Representante de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires por el pueblo de San José de Flores.[5] Sin embargo, el 11 de abril de 1822 va a renunciar al cargo cediendo sus funciones en la persona de don Melchor Gómez. Y años más tarde, este Gómez declinará como Representante bonaerense en favor de Antonio Luis Pereyra, quien había casado con Tomasa Millán, hija menor del aquí biografiado. En la fecha en que Antonio Millán fungía como Representante, la máxima autoridad provincial estaba a cargo del coronel Manuel Dorrego.

HACENDADO Y LUCHADOR 

Casi al inicio de esta nota, afirmaba que Antonio Millán se había desempeñado, desde muy joven, como hacendado en la zona de Cañuelas, y que siempre fue un activo defensor de las faenas que esa actividad generaba. Así fue, que en abril de 1817 se suscitó una ardua disputa entre los hacendados y los saladeristas de la Provincia de Buenos Aires. Dos años antes (1815), Juan Manuel de Rosas, Juan Nepomuceno Terrero y Luis Dorrego van a instalar el primer saladero de la provincia[6], propiciando “relaciones de primer orden en América, debido al comercio de exportación que directamente hacía con negociantes de Río de Janeiro y de la Habana en particular”, esgrime Adolfo Saldías.

Este crecimiento económico de los saladeros, que en unos cortos años se multiplicaron, hizo creer a los hacendados que era “la causa de la disminución de los ganados en la Provincia (de Buenos Aires)” por eso “interpusieron su influencia cerca del Directorio Supremo para que se suspendieran los saladeros”, dice Saldías al analizar estos años de tensión. Lo que pocos saben, es que Antonio Millán fue quien lideró la protesta de parte de los hacendados.[7]

De todas formas, en el grupo de los hacendados coexistían dos facciones que se diferenciaban por su poder adquisitivo: de un lado, los hacendados medianos que no disponían de grandes fortunas –a este grupo pertenecía Antonio Millán-. Por el otro, el núcleo de los hacendados ricos se puso del lado de los saladeristas, dado que, según argumentaban, una merma de la compra de éstos hacia aquéllos hubiera significado una disminución en sus propias ventas y una virtual parálisis de la actividad. Empero, Saldías aduce que quienes “se oponían a los saladeros, no carecían de razón en el fondo; porque la verdad era que los ganados habían disminuido de un modo estupendo”.

Por durante varias semanas y meses de ese 1817, las hojas de los folletines y periódicos porteños dieron rienda suelta a la cobertura del conflicto “saladeros versus hacendados”, aunque es dable remarcar que la lucha mediática se originó por la publicación de dos Manifiestos que llevaban la firma de Millán. Sin embargo, la lucha ya era dispar, pues la prensa se movió a favor de los intereses saladeriles.

De esas crónicas de folletín y periódicos porteños, se pudo saber que Millán sacó tres Manifiestos que salieron a criticar a los saladeros, los que fueron respondidos en dos ocasiones por un anónimo del que solamente se conocieron sus iniciales “R.R.”, y una de cuyas contestaciones llevaba por título La contestación al papel del paisano Millán. Un saladero importante de su época, y que fuera amigo de Rosas, don Pedro Trápani, tampoco se quedó atrás, por lo que dio a conocer La respuesta al manifiesto de Millán.

Juan Nepomuceno Terrero, vecino de Millán en San José de Flores, le dispensará a éste unas cuantas coplas que salieron en los diarios de entonces bajo el título Las ocurrencias. En esos versos, Terrero –que firma “J.N.T.”- lo llamará “hombre con dinero y dinero sin hombre”. Pero no todas fueron adversas para Antonio Millán, puesto que también se rescata una Carta gratulatoria escrita en su honor que lleva la rúbrica de “Un nuevo hacendado de la Guardia del Tordillo”, “por su feliz y preciosa oposición a los saladeros”, concluye. Esa Carta, comenzaba así:

Estimable Millán, con cuánto gusto

Cantar quisiera de tu noble empeño,

Los efectos felices que el Porteño

Va a reportar en venidero día,

Sin con tesón defiendes nuestra cría!

No temas a R.R., es pluma sucia.

De Trápala o Trápani los efugios

Altamente ya tienes contestados;

Protege, Antonio, protege los ganados,

Llora J. N. T. porque quisiera

Destruir su patrimonio: tú primero

El déficit lloraste del procreo:

Su llanto es por concluir nuestro ganado,

Tu llanto ha sido un llanto más honrado.

En conclusión, la disputa entre ambos sectores económicos de la campaña de Buenos Aires se zanjó cuando cayó el Directorio en 1820, situación que inclinó la balanza para el asentamiento definitivo de los prósperos saladeros, algo casi vedado hasta entonces.

BENEFACTOR DE FLORES 

En las memorias perdidas del ex pueblo campañal San José de Flores, era conocida la amistad que se hubo de forjar con el correr de los años entre las familias Flores y Millán. Al fallecer Juan Diego Flores, sus herederos lotean “parte de la parcela que poseen, quedando a cargo de Antonio Millán la presentación ante la Comisión de Solares”, escogiéndose para el loteo el sector “delimitado al noroeste por la actual Av. Carabobo y su prolongación Boyacá, al noreste por la Av. Avellaneda, al sudeste por la Av. San Pedrito y su prolongación Nazca y al sudoeste por la Av. Directorio”.

El área elegida por Millán comprendía una superficie de 10 X 8 manzanas en total, cada una de las cuales contenía 16 lotes según se desprende de un plano de Flores que aquél presentó ante la Comisión de Solares el 16 de febrero de 1829. Al pie de dicho plano, se leía la siguiente leyenda:

“Diseño del pueblo de Sn. José de Flores por su primitivo fundador que subscribe con expresión de que al principio se les dio a las cuadras 140 varas, a las calles de este a oeste, la principal 30, las demás veinte y las traviesas (sic) por ser de menos concurso 12; y en el día tienen éstas 16 y las otras la extensión que antes, y las manzanas 136 conforme al reglamento último vigente; advirtiendo que en la cuadratura de la correspondiente a la iglesia se encuentra notable aumento a su dotación, y el edificio sobre la calle: Presentado a la comisión de solares, Febrero 16 de 1829.- Antonio Millán.”

Entre 1804 y 1806 se producirá el reparto de esas primeras tierras florenses, para lo cual Millán destinó la manzana comprendida por las actuales Rivadavia, Rivera Indarte, Ramón L. Falcón y Pedernera para la erección de la primera Iglesia del pueblo o curato.

Solar de Antonio Millán. Se encontraba en avenida Juan Bautista Alberdi 2476, pleno corazón de Flores. Aquí falleció el insigne en 1830. Fue tirada abajo en 2000, sin considerar el terrible daño que le hicieron a la historia de la zona.

Por su parte, otros dos “hermosos solares” que habían pertenecido al virrey Joaquín del Pino, Antonio Millán los otorgó al poder civil para que en uno se establezca la contemporánea plaza Pueyrredón, y, en el otro, “el asiento de los corrales de abasto y mataderos” del lugar.

Estas nobles iniciativas por parte de Millán son las que dieron vida al curato de San José de Flores. Dirá su primer historiador, don Rómulo Carbia, que “aquí arranca la verdadera historia” de estos pagos memorables.[8] Es más, el aporte filantrópico que hizo Millán por con el pueblo se vio eternizado en una plancha de mármol que estaba sujetada a una de las paredes del segundo templo de Flores, o sea, el que mandó construir Juan Manuel de Rosas en 1830 y que quedó inaugurado al año siguiente. En aquel mármol se recordaba su obra de bien. Nada se supo de dicha pieza cuando en 1872 se demolió la estructura para hacer la actual Basílica Menor.

Dados los servicios que prestó a la familia Flores, don Antonio Millán recibió en herencia un solar compuesto de varias hectáreas que estaba ubicado en la que hoy es la avenida Juan Bautista Alberdi 2476.[9] En él vivió sus últimos meses de vida junto a algunos de los integrantes de su familia. Por entonces, ya era un benemérito y respetado vecino de ese pueblo con olor a campo que había ayudado a fundar y a acrecentar.[10] En esa casa, Millán encontró la muerte por un derrame cerebral la noche del 29 de julio de 1830.

Sus restos fueron inhumanos el día 31 de julio en el primer cementerio –apenas, un enterratorio común y silvestre- que se hallaba sobre la actual calle Rivera Indarte intersección con Ramón L. Falcón, que funcionaba lindante a la primera parroquia o curato de Flores. Al desaparecer este primer camposanto en 1832, con él también habrían de desaparecer para siempre los despojos mortales del honorable vecino de Buenos Aires, don Antonio Millán.

Por Gabriel O. Turone

Bibliografía:

  • -Carbia, Rómulo D. “San José de Flores. Bosquejo Histórico 1806-1906”, Arnoldo Mobn y Hno., Buenos Aires, 1906.
  • -“[Gaceta] Extraordinaria de Buenos Aires, Martes 22 de Febrero de 2810, Imprenta de Álvarez.
  • -“Gaceta de Buenos Aires”, Miércoles 6 de Septiembre de 1820, Imprenta de los Expósitos.
  • -“Gaceta de Buenos Aires”, Nº 31, Miércoles 29 de Noviembre de 1820, Imprenta de Expósitos.
  • -Loyola, Omar y Zweifel, Teresa. “La acción del Departamento Topográfico y las Comisiones de Solares en la consolidación de los poblados bonaerenses. El partido de San José de Flores. 1829-1836”, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional de La Plata.
  • -Miranda, Arnaldo Ignacio Adolfo. “Relevamiento del Archivo Parroquial de San José de Flores, 1806-1824”, Junta de Estudios Históricos de San José de Flores, 2006.
  • -Romay, Comisario Inspector (R) Francisco L. “Historia de la Policía Federal Argentina”, Tomo I, 1580 – 1820, Editorial Policial, Policía Federal Argentina, 1980.
  • -Saldías, Adolfo. “Historia de la Confederación Argentina”, Tomo I, Librería “El Ateneo” Editorial, Buenos Aires, Diciembre de 1951.

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[1] Presumo que la referencia del bañado alude a lo que hoy es el Bajo Flores.

[2] Esas extensiones fueron originariamente propiedad del cabildante Mateo Leal de Ayala, quien las recibió en propiedad de parte de Hernando Arias Saavedra (Hernandarias), el 10 de enero de 1609.

[3] Archivo General de la Nación (AGN), Sección Gobierno (X-3-4-4).

[4] El Tratado de Benegas tenía un total de 7 (siete) artículos, los cuales contemplaban la cooperación armamentística, política, económica y defensiva de ambas provincias. Incluso se abogó por la reunión de un Congreso Nacional en Córdoba –provincia que garantizaba el cumplimiento del documento- con la finalidad de organizar el país. Para resarcir las penurias económico-financieras que Buenos Aires le ocasionó a los santafecinos, el coronel de Milicias Juan Manuel de Rosas ofreció, en recompensa, unas 30.000 reses de su propiedad a Estanislao López.

[5] Los otros representantes provinciales electos fueron: 11 por Buenos Aires (Juan Pedro Aguirre, Victorio García de Zuñiga, Manuel Pinto, Félix Álzaga, Joaquín Suárez, Vicente López, Esteban Augusto Garzón, Juan José Anchorena, Ildefonso Ramos Mejía, Juan José Passo y Francisco Antonio Escalada); 1 por Arrecifes (Reducindo Linares); 1 por San Isidro (Pedro Sebastiani); 1 por Magdalena (Ignacio Correa); 1 por San Nicolás (Tomás Fernández); y, 1 por Pilar (Severino Piñero).

[6] La sentencia puede llamar a confusión si advertimos, dicho por el propio Rosas en carta desde el exilio a su ex Ministro José María Roxas y Patrón, que “En el Rincón de López (mi abuelo paterno, hijo del país) tuve el primer saladero que hubo en Buenos Aires”, añadiendo que “Los continué en las Higueritas, una legua al Sud del puente y río de Barracas, y desde 1817 en los Cerrillos, sobre el río Salado”.

[7] Los hacendados argumentaban que engordar un vacuno (ritmo de producción) requería de mucho dinero, cuidado y tiempo, y que, ante la aparición de los saladeros, éstos demandaban un lapso cada vez más rápido o sistemático para la comercialización de los vacunos (sean novillos o vacas). El desfasaje tiempo/inversión se volvió una carga pesada para los hacendados.

[8] Este loteo que hace Millán en y desde los albores de 1804 será tomado, por no pocos estudiosos, como el momento exacto de la fundación de San José de Flores, en vez del oficialmente aceptado de 31 de mayo de 1806.

[9] Este legendario solar fue demolido impunemente el 23 de noviembre de 2000.

[10] En ese año de 1830, el pueblo San José de Flores ya contaba con 4 mil habitantes.

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