Lobos, localidad situada a 100 kilómetros de Capital Federal, desde la cual se accede transitando la Ruta Nacional 205, surge en la geografía argentina como un importante fortín de frontera en el año 1779, a instancias del virrey Juan José Vértiz y Salcedo, quien sugirió, por entonces, la construcción de un fortín que recibió el nombre de “San Pedro de los Lobos”. Este primer asentamiento, donde hubieron de apostarse milicianos Blandengues mal armados y peor remunerados, sobrevivió a duras penas hasta el año 1802, cuando fue abandonado a su suerte.
Pero no fue sino a partir del último año referido (1802), que un matrimonio de origen español, compuesto por don José Salgado y doña Pascuala Rivas, toman en propiedad unas tierras ubicadas al norte del antiguo Fortín y, colocando bajo la invocación de la Virgen del Carmen, deciden fundar el actual pueblo San Salvador de los Lobos, extensa denominación que, al correr de los almanaques, hoy se conoce simplemente como Lobos.
Igualmente, si hoy consultáramos a gente la más diversa acerca de Lobos, lo primero que surgiría sería que allí encontró la muerte el gaucho Juan Moreira, arquetipo del habitante rural que tras sufrir la encerrona de su hábitat pampero debió involucrarse en las esferas de la mala política, para sobrevivir, ejerciendo de custodio o ‘culata’ para caudillos políticos de baja estofa.
Moreira, cegado para siempre el día 30 de abril de 1874 en el “Café de la Estrella” por el sargento Chirino, fue colocado a la expectación del público que, curioso, quería llevarse una última impresión de aquel personaje cuyas andanzas se hicieron famosas en pagos como Roque Pérez, Navarro, Cañuelas, Las Heras y, desde luego, Lobos.
Muchos tratadistas de este tema invocan su figura como si se tratase de alguien relevante en nuestra historia, mientras que otros prefieren tomarlo como un mero bandido y asesino, el cual tuvo su esplendor en momentos donde se gestaba la ambigua etapa de la “Organización Nacional” de tonos claramente liberales y conservadores, y en donde, prácticamente, se desfiguró nuestra tradición criolla para siempre.
Un recorrido efectuado recientemente a los pagos de Lobos, donde la motivación principal pasaba por encontrar algunos íconos olvidados de Moreira, nos llevaron al cementerio local y a la manzana donde, rodeado de una nutrida partida de milicos, halló la muerte. ¿Quedaba algo de ambos sitios, o la nada se había apoderado de su recuerdo y de su historia?
LA TUMBA DE JUAN MOREIRA
El Cementerio Municipal de Lobos está lindante a la Ruta Nacional 205, y tiene por límites las calles De Loyola y Pilar. Lo circunda un barrio de humildes viviendas, muchas sin revoque, y defectuosos caminos de tierra. Desde el paredón hacen cumbre no pocas bóvedas de vistosa arquitectura, mientras que sobre la calle Pilar asoman los nichos, o sea, la parte arquitectónicamente menos atractiva, si vamos al caso.
Traspuesto el peristilo, de esmerada imponencia, un camino central invita a un recorrido por bóvedas que, para enorme sorpresa del visitante, denotan la expansión que tuvo la colectividad italiana por esta región de la provincia de Buenos Aires. Y es cuestión de caminar unos 10 o 15 metros por ese pasillo principal que, sobre la mano derecha, aunque todavía semioculto, se aparece la tumba con forma de panteón que guarda los restos de Juan Moreira.
El sepulcro presenta forma semicircular, y una cúpula de grandes dimensiones, mientras que todo el armazón está sostenido por seis columnas adosadas de estilo romano dórico, las que están pintadas de color mostaza. Las paredes, en cambio, están coloreadas en blanco.
Por otra parte, existe una puerta de acceso a la tumba que tiene gruesa cornisa y frontón rectangular, sin inscripciones. Este conjunto se afirma sobre dos columnas de estilo toscano, que al igual que las otras seis están pintadas de color mostaza. Dos peldaños sirven para acercarse a la puerta que, en una primera observación, si bien está enrejada parece sellada para que nunca nadie pueda entrar jamás hacia el interior. Por encima de esta entrada, existe una pequeña referencia donde se lee: “JUAN MOREIRA / 30 – 4 – 1874”, la efeméride de su muerte.
Lo que llama la atención de este lugar sagrado, que debería ser un punto de atracción turístico e histórico para Lobos, es el descuido en el que se halla, donde es posible notar la falta de revoque en uno de los marcos de la entrada y la pésima terminación de material con que se pretendió ocultar diversos huecos de las paredes laterales de la puerta enrejada.
Sí es preciso advertir la devoción que tiene el público para con la figura del gaucho que allí descansa sin su cráneo, el cual se conserva en el Museo y Biblioteca “Juan Domingo Perón” – Casa Natal, dando fe de ello por la cantidad de flores que, coloridas unas y marchitas otras, están colocadas entre las rendijas del portal. Un pequeño crucifijo enganchado con negros piolines es testigo de este pequeño y emotivo recuerdo, lo mismo que los billetes que en honor al gaucho errante depositan algunos devotos que rozan, por cierto, los límites del paganismo o la no siempre aceptada religiosidad popular. Y para darle un toque nativista a todo este cuadro, dos nidos de hornero se posan, sin que nadie los perturbe, sobre el panteón de Moreira.
Un hombre que estaba conversando con otros en uno de los costados del peristilo, expresó que el cadáver de Moreira permaneció durante algunos días insepulto para que la gente pudiera observarlo de cerca. Que luego fue trasladado al cementerio y sepultado en tierra mientras se construía el panteón que se describe más arriba, en cuyo interior fue depositado, no sin antes haber sufrido el cadáver de Moreira el cercenamiento de su cráneo, pues al ser desenterrado el cuerpo para colocarlo en el templete nadie lo había reclamado, ni amigos ni familiares.[1]

Un nido de hornero, el ave nacional, custodia la última morada de Moreira. Existe otro nido en la parte frontal del monumento.
La calavera de Moreira había sido extraída para estudiar, de acuerdo a las mentas científicas de entonces, las medidas que aquélla presentaba afín de certificar que el gaucho rebelde se trataba de un asesino, teoría que hoy no tiene asidero. Al comprobarse que dichas medidas no se correspondían a las de un criminal, el cráneo le fue obsequiado al doctor Tomás Liberato Perón por su colega Eulogio del Mármol. Así, pues, en la casa familiar de los Perón en Lobos, el nieto de Tomás, Juan Domingo, creció con ese cráneo que estaba colocado en una repisa de la vivienda.
A ciencia cierta, no se sabe con exactitud si el panteón donde yacen los huesos de Moreira oficia de osario general del cementerio de Lobos o, por el contrario, si es la morada particular del personaje nacido en San José de Flores. Porque para ser justos, Moreira al final de sus días era un ser despreciable para la sociedad de su tiempo, y las autoridades policiales y militares se la tenían jurada desde hacía años, poniéndole precio a su humanidad y alertando a toda la paisanada de los pueblos donde su impronta se hizo carne. Por todo lo dicho, que en su honor se le haya erigido un panteón tan vistoso en la necrópolis de Lobos genera dudas.
Por su parte, nada indica que el osario se encuentre en dicho sepulcro, y ello ameritado por varios motivos. El primero, que no existe ninguna placa que así lo certifique, salvo la que subyace en la parte superior frontal de la puerta enrejada de entrada que indica el nombre de Moreira y la fecha de su ultimación.[2] En segundo lugar, allí están sus huesos y, hasta donde se sabe, los de ningún otro cristiano más. De hecho, doña Andrea Santillán, su señora esposa, quien lo sobrevivió por muchas décadas a su malogrado cónyuge, está sepultada en una bóveda de Buenos Aires, más concretamente en la de la familia que la tomó como ama de llaves desde 1873.[3]

Aspecto de la puerta de entrada al panteón de Moreira: billetes enrollados, claveles marchitos, un crucifijo. Muestrario de una persistente devoción pueblerina que no conoce de épocas y se mantiene firme en el tiempo.
EL PAREDON DE “LA ESTRELLA”
Desde hace unos cuantos años, el predio donde el sargento Andrés Chirino mató al gaucho Moreira está ocupado por el Sanatorio Lobos, cuya edificación es la misma –aunque con claras modificaciones- que tenía el legendario “Café de la Estrella”. Se encuentra en la esquina noroeste de la intersección de Chacabuco y A. Cardoner.
No obstante, no fue en el interior de la mole donde encontró la muerte Moreira sino en los fondos del predio, aunque aquí nos vemos en el deber de señalar que, dado el total abandono que hoy presenta esta parte de la manzana aludida, se vuelve imposible fijar con precisión el sitio exacto donde ultimaron al gaucho famoso. ¿Por qué?

Nótese la rara disposición de los ladrillos puestos “de testa”. Esta parte da a la calle Caminos, donde es posible haya querido escapar Moreira de la partida militar, cometido que no pudo concretar por la acción del sargento Chirino.
En primer lugar, porque las diferentes administraciones locales permitieron que buena parte de los muros perimetrales de los fondos del ex “Café de la Estrella” fueran destruidos, modificados o simplemente reemplazados por ladrillos más modernos. Luego, una fotografía aquí publicada muestra los matorrales y el total abandono de que ha sido objeto la parte posterior del predio, en especial la que corresponde a la intersección de la esquina que forman Cardoner y Dr. Manuel A. Caminos. Aquí, donde en la época de los acontecimientos mataron a Moreira, existió un aljibe y otras dependencias más del “Café de la Estrella”: hoy es un lote baldío que, encima, se encuentra en venta.

Año 1913. Un paisano señala el orificio que dejó la bayoneta de Chirino al atravesar la humanidad de Moreira, en abril de 1874. Se observan los ladrillos colocados “de testa”, tal como luce en la actualidad. Sin embargo, este registro se dice que está sacado en el muro que da sobre la calle Cardoner, una de las laterales del ex “Café de La Estrella”. Bifurca la búsqueda del sitio preciso donde Moreira fue muerto.
Puede verse un mural alegórico a lo vivido en abril de 1874, realizado por el artista Niko Battista en 2016, sobre la calle lateral Cardoner, donde, entre otras cosas, se presume fue herido mortalmente de un bayonetazo Juan Moreira. Donde fue pintada la obra de Battista se trata de un muro de mediana altura que tiene, en algunos sectores, unos pocos ladrillos originales de época. En la descripción de ese mural, se hace referencia a que “El paredón original (…) se encuentra parcialmente conservado y hoy es medianera de dos propiedades, con la disposición de los ladrillos de la época…”. Y aunque también se sugiere la existencia de un árbol de tuna que creció, de acuerdo a la tradición oral, en el mismo lugar donde cayó la daga de Moreira al ser herido por Chirino, ese ejemplar o quedó envuelto entre la maleza o fue removido.
Al dar la vuelta por la calle Dr. Manuel Caminos, la precaria altura del muro perimetral sugiere que se trata de la construcción original[4], y en coincidencia con el dibujo del mural que avisa sobre “la disposición de los ladrillos de la época”, que se ven colocados de testa, sobre la calle aludida hay algunos segmentos milagrosamente sobrevivientes de pared que muestran esa misma disposición de los ladrillos.

Esquina sudoeste de Cardoner y Dr. Manuel Caminos. Los pilares son originales de la época del crimen de Moreira. El cartel de venta del predio hace suponer su pronta desaparición.
Por lo tanto, en este punto queda la duda de si Moreira muere al intentar saltar el muro que daba a la calle Cardoner o el que daba a la calle Caminos. En vista del descuido existente en este predio, se vuelve una tarea muy difícil vislumbrar una respuesta acertada, instancia que merece todo el repudio para las autoridades culturales de Lobos que no supieron, o no quisieron, preservar la memoria histórica del pueblo y del personaje Juan Moreira. Por otro lado, el autor de estas líneas, al haber estado presente en el lugar, concluye en que, muy posiblemente, Moreira ha sido asesinado al querer evadir a sus persecutores trepando el muro que da sobre la calle Dr. Manuel A. Caminos, pues es el único sector –observación hecha desde fuera del predio, claro- que presenta aquella forma tan particular de pegar los ladrillos tal como se muestra en el mural efectuado en el año 2016 por Battista.

Mural realizado en 2016, evocativo de la figura de Moreira y su heroico final, realizado en la parte exterior del muro de la calle Cardoner.
El cartel de venta del predio colocado en la esquina de Cardoner y Caminos[5], más el color blancuzco de la cal que estropeó los ladrillos originales y, sumado a ello, la presencia de algunos graffiti, son indicativos de la poca o nula importancia que se le da a aquellos mojones por donde ha pasado la historia y que configuraron, sin lugar a dudas, nuestras tradiciones y costumbres. En conclusión, esto nos debe llamar a una profunda reflexión y a poner manos a la obra para torcer tan siniestro camino de desmemoria y extravío de nuestras raíces.

Lamentable estado de abandono de los fondos del Sanatorio Lobos. La imagen está sacada desde un pequeño hueco que hay sobre la calle Cardoner. Donde ahora abunda el crecimiento desprolijo de la maleza estuvieron el patio trasero del “Café de la Estrella”, el aljibe tras el cual se escondió Chirino y el espacio donde Juan Moreira halló su final. No hay rastros del famoso árbol de tuna ni de la cruz que recordaba al gaucho herido de muerte.
Por Gabriel O. Turone
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Notas:
[1] La viuda y los hijos de Moreira ya vivían en Buenos Aires.
[2] En algunas de las imágenes aquí publicadas, puede notarse que del lado izquierdo de la entrada al panteón quedó marcado el espacio donde había una placa hoy desaparecida. De haber llegado hasta nuestros días, ese recordatorio pudo habernos proporcionado alguna mayor precisión histórica del lugar y del difunto.
[3] Bóveda de la familia de Ángel Aguilar y Rosario Souza, presumiblemente en el cementerio de La Recoleta.
[4] Aproximadamente de apenas 2 metros de altura.
[5] Palazzesi Inmobiliaria es el nombre de la firma que vende el predio histórico.