Fructuoso Rivera y Pancho Ramirez Correspondencias-De Una Traicion

“La burla y el ridículo son entre todas las injurias las que menos se perdonan.”

(Platón)

En un prácticamente desconocido trabajo realizado por el investigador Setiembre Raúl Vera, al que intituló Aclaraciones Históricas. La prueba de una gran traición (Montevideo, 1937), se muestra lo que el propio autor anota en la página 3 del trabajo citado, esto es, que “Rivera fue el más traidor de todos los orientales que sirvieron con Artigas”.

De indudable afición por la figura del brigadier general Manuel Oribe, Vera expone en las primeras tres páginas de este trabajo, que tiene un total de 11, los motivos de por qué Rivera tenía, para el público uruguayo, mayor relevancia histórica y política que Oribe, e intenta explicar que el odio visceral hacia el último se debe a que “Vivió y murió rodeado por el respeto y la consideración de todos sus correligionarios”, y porque “a su lado estuvieron soldados de Artigas y San Martín, como el noble y puro Lavalleja, y Garzón, y (porque) en sus filas militaron casi todos los Treinta y Tres”. Este sería, sin más, el punto de partida del odio hacia Oribe, quien, para colmo, luego se convertiría en aliado de Juan Manuel de Rosas en el Plata.

Setiembre Vera advierte sobre la tremenda parcialidad con que se había enseñado la historia de la Banda Oriental –y del Uruguay- luego de 1890, cuando el presidente Julio Herrera y Obes (1841-1912), surgido en el mismo Partido Colorado que fundara Rivera, apeló a una antigua práctica desleal: la de contar la historia de forma maniquea, con un sesgo vergonzosamente ‘colorado’ “que procura por todos los medios –arremete Vera-, en todas las formas, destruir todo lo que implique una gloria nacionalista, arrojando sobre el nombre del General Oribe y de su partido todas las sombras posibles”.

De modo que, todas las referencias que en los pueblos recordaban al Defensor de las Leyes fueron desapareciendo paulatinamente, como el nombre de una calle de Montevideo, que desde 1844 se llamaba “Cerro” –en honor a una victoria militar del 9 de enero de 1826 comandada por Oribe contra las fuerzas imperiales del Brasil- y que, a partir de la muerte de Bartolomé Mitre (1906) dicha calle pasó a denominarse con el apellido del ex presidente argentino.

No era casual tal homenaje a Mitre, el mismo que vilipendió la memoria de José Artigas. En realidad, don Bartolo y Vicente Fidel López se encargaron de enlodar la figura del Protector de los Pueblos Libres, como lo demuestra una contestación que Mitre le hizo a López, en la que le decía: “Entre Ud. y yo hemos enterrado históricamente a Artigas”.

UNA NEFASTA CORRESPONDENCIA

Setiembre Vera buscó durante largos años alguna prueba que señalara la traición de Rivera para con José Artigas, sobre cómo “El Pardejón” se confabuló con otros –verbigracia, Francisco “Pancho” Ramírez- para terminar con lo que el investigador revisionista conceptuaba “la Epopeya Artiguista en nuestra patria”. De modo tal, que, de hallarse tal prueba, quedaría perfectamente reconocido el porqué la posteridad le guardó un sitial de bronce a Rivera por parte de los Mitre o los Vicente Fidel López, por nombrar a los dos máximos bastardos de la mutilada historia liberal.

 Comienza diciendo Vera en la página 5 de su trabajo: “Hace algún tiempo tuvimos noticia de que en un archivo oficial de la República Argentina se encontraban dos cartas del General Rivera, dirigidas en el año 1820 al General Francisco Ramírez, Gobernador de Entre Ríos”. Esto “llamó poderosamente nuestra atención –sigue explicando Vera-, y nos propusimos obtener no tan sólo copia de esas cartas, pues si, como lo sospechábamos, había allí algo sombrío, podría negarse su autenticidad; necesitábamos y obtuvimos reproducciones fotográficas”.

Detalle de la carta que Fructuoso Rivera le envió a “Pancho” Ramírez el 5 de junio de 1820. Se ven con claridad la rúbrica de Rivera y el nombre de a quién va dirigida.

Así, pues, se trata este trabajo de 1937 de la publicación, hasta entonces inédita, de dos injuriosos y deleznables manuscritos que, fechados el 5 y el 13 de junio de 1820, demuestran cómo Fructuoso Rivera instruía, de modo traidor, a su aliado Francisco “Pancho” Ramírez para el aniquilamiento de José Artigas, al tiempo que le ensucia su buen nombre y mejor honorabilidad con calificativos abominables, como ya lo verán. Buenos Aires, contenta. Gaspar Rodríguez de Francia y los lusitanos, también.

Y antes de ir a las piezas documentales del oprobio, Setiembre Vera advierte: “Se dirá que atacamos violentamente la memoria del General Rivera. Es cierto: per lo hacemos lealmente, de frente, y esgrimiendo por únicas armas sus actos, sus hechos, las palabras a cuyo pie estampó su firma”. Una última observación: en ambas transcripciones verán unos párrafos que están resaltados en negrita, lo cual obedece a que en las cartas originales esas partes estaban subrayadas por el propio Rivera. Dicho esto, a las pruebas:

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CARTA DEL 5 DE JUNIO DE 1820

“El vehemente deseo de restituir la paz a la más poderosa, pero la más desgraciada de las provincias, había ocupado largo tiempo mis meditaciones. Embargado estaba de este grande objeto, cuando la jornada de Tacuarembó lo hizo más necesario. Fluctuante entre el horror y el Patriotismo paralizaba por momentos mi halagante (sic) determinación; mas el bien general superó, ayudado por la invitación que me hizo la Excelentísima Comisión del Cuerpo Representativo de esta Provincia, como lo manifiesta el documento núm. 1.º. –Caminando con la circunspección que merecía asunto tan delicado, y de tanta trascendencia, quise, sin comprometerme, averiguar en su origen el motivo que había impulsado a obrar al Cuerpo Representativo. – Este era sano a mi ver y además de ser el mío, estaba revestido con el carácter justo, y conveniente al Territorio. Este descubrimiento hubiere causado la más pacífica transacción, si la desconfianza, que hace la desgracia de los Estados, no la hubiere hecho estrepitosa. Sin embargo de todo la guerra finalizó por el reconocimiento celebrado en mi campo de los Tres Árboles, como aparece del documento No. 2.º.

Mis esperanzas de presentar la quietud a mis infelices paisanos no han sido burladas; porque desde aquellos instantes he podido contener los furores de una natural represalia. La parte que ha tomado la respetable Corporación en general, y algunos miembros en particular, es digna de recomendación y reconocimiento. Por esta concordancia de ideas y deseos se ha innovado la infeliz suerte de la Banda Oriental, preparada por una mal entendida, y peor cimentada ambición, cuyos agonizantes  efectos, parece que sienten los Pueblos que con todo su poder la sostuvieron.

Nada habría hecho, si retuviere mis pasos en tan corto recinto. La naturaleza, que jamás pierde sus derechos, reasumiendo su imperio me obligan a significar así que de la identidad de situación nace la del interés, que si Usted quiere sin manchar el honor de esa Provincia asegurando al contrario las bases de la futura felicidad, y sin desmentir el celo, que tantas veces ha demostrado en defensa del País, puede, presidido de la justicia y necesidad, restituir las relaciones comerciales al mismo pie que antes; y es conocido que las ventajas inclinarán la balanza a su favor. – Todo lo que contribuya a la buena armonía, a cimentar el orden, economía y adelantamiento de esta Provincia no dudo que se conceda por los jefes que la gobiernan, y será el mejor garante de su comportación. Recordaré a Vuestra Majestad que en virtud de ésta fueron restituidos todos los oficiales prisioneros naturales de ésa, después de habérseles socorrido con lo más necesario; paso nunca imaginado por el Jefe que tantas veces se proclamó protector.

Los materiales para levantar este sólido edificio están preparados siempre que Vuestra Majestad quiera presentarse a la fuerza de las necesidades, y del interés que nos agita. Me conoce Vuestra Majestad demasiado para dudar un solo momento de mis intenciones; ellas han girado siempre sobre el estrecho círculo de la buena fe. Por esto digo a Vuestra Majestad que todo acto demandado por la conveniencia, y autorizado por la razón, es el más legítimo y por consiguiente merece el sufragio general. De esta clase es la restitución de los oficiales Portugueses, tomados y hechos prisioneros sin antecedente declaración de guerra; lo es también la reposición del comercio. Por lo primero demostrará Vuestra Majestad su rectitud y firmeza; y por lo segundo su humanidad, y extremosa afección a la Provincia de su mando. – Cooperarán a esto último con todo su poder las fuerzas de mar Portuguesas cuyo Jefe tiene las competentes órdenes para ponerse a disposición de Vuestra Majestad, cuando lo crea necesario. Mas para que el restablecimiento del comercio tan deseado, no sea turbado en lo sucesivo es necesidad disolver las fuerzas del general Artigas, principio de donde emanarán los bienes generales, y particulares de todas las Provincias, al mismo tiempo que será salvada la humanidad de su más sanguinario perseguidor. Los monumentos de su ferocidad existen en todo este territorio; ellos excitan a la compasión y mucho más a la venganza. – Por estos principios han reconocido el más tierno placer todos los Orientales al nuevo gobierno, que les prestaba todos los beneficios que nacen de la paz. Por ella disfrutan de un libre comercio todos los Pueblos situados sobre el Uruguay, y Río de la Plata. – Se convencerá Vuestra Majestad por las diferentes actas que adjunto con solo este objeto.

Dios guarde a Vuestra Majestad muchos años.

Montevideo, 5 de Junio de 1820.

(Firmado) Fructuoso Rivera.

Sor. Gobernador de la Provincia de Entre Ríos, Dn. Francisco Ramírez.”

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CARTA DEL 13 DE JUNIO DE 1820

“Sr. Don Francisco Ramírez.

Montevideo, Junio 13 de 1820.

Mi estimado amigo:

Ayer recibí su carta del 31 por el Capitán D. Laureano Márquez que sale ahora mismo con la presente.

Hace dos días que escribí a Usted instruyéndolo de mi actual situación, y al mismo tiempo, del estado de esta Provincia, indicándole lo interesante que sería para ésa y ésta establecer relaciones de amistad y comercio para cuyo medio lo ponía (sin comprometer a la que Gobierna) en estado de reparar los males que ha causado la guerra.

Todos los hombres, todos los Patriotas, deben sacrificarse hasta lograr destruir enteramente a Don José Artigas; los males que ha causado al sistema de Libertad e independencia, son demasiado conocidos para nuestra desgracia y parece excusado detenerse en comentarlos, cuando nombrando al Monstruo parece que se horripilan. – No tiene otro sistema Artigas, que el de desorden, fiereza y Despotismo; es excusado preguntarle cuál es el que sigue. Son muy, son muy marcados sus pasos y la conducta actual que tiene con esa patriota Provincia justifica sus miras y su Despecho.

Es bueno se conozca me ha sido sensible y puedo asegurarle que hubiese conseguido Artigas este pequeño triunfo. Yo espero y todos, que Usted lo repare, y para que Usted conozca el interés diré lo que he podido alcanzar en favor de Usted de S. E. el Señor Barón de la Laguna.

S. E. apenas fue instruido, por mí de sus deseos me contestó que había sido enviado por Su Majestad para proteger las legítimas autoridades, haciendo la guerra a los Anarquistas, en tal caso considera a Artigas, y como autoridad legítima de la Provincia de Entre Ríos a Usted. Por consiguiente para llevar a efecto las intenciones de Su Majestad me previene que avise a V. Q. están prontas sus tropas para auxiliarlo, y apoyarlo como le convenga, y para esto puede Usted mandar un oficial de confianza, con credenciales bastantes al Rincón de las Gallinas, donde se hallará el General Saldaña, con quien combinará el punto o puntos por donde le convenga hacer presentar fuerzas e igualmente la clase de movimientos que deben hacer.

Usted persuádase que los deseos de Su Excelencia son que Usted acabe con Artigas y para esto contribuirá con cuantos auxilios están en el Poder.

Con respecto a que yo vaya a ayudarle, puedo asegurarle que lo conseguiré, advirtiéndole que debo alcanzar antes permiso Especial del Cuerpo Representativo de la Provincia para poder pasar a otra, mas tengo fundadas esperanzas de que todos los Señores que componen este Cuerpo no se opondrán a sus deseos ni los míos cuando ellos sean ultimar al tirano de nuestra tierra.

No deje Usted de continuar dándonos sus noticias, mucho nos interesa la suerte de Entre Ríos; para que Usted le asegure una paz sólida a estos señores S. E. el Señor Barón y yo trabajaremos.

En todos casos quiera contar con la amistad de su atento Seguro Servidor y amigo Q. B. S. M.

(Firmado) Fructuoso Rivera.”

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Detalle de la segunda correspondencia entre Rivera y Ramírez, la del 13 de junio de 1820, en donde se aprecia el subrayado que aquí, en esta nota, hemos puesto en negrita. Ahí se vitupera al Padre del Federalismo Argentina, don José Artigas.

Nótese que en la segunda de las cartas, Fructuoso Rivera le hace saber a Francisco “Pancho” Ramírez que, al tiempo que debía destruir a Artigas, el Barón de la Laguna iba a brindarle su apoyo. Pero, ¿quién era el Barón de la Laguna? Un general portugués llamado Carlos Federico Lecor, el mismo que, habiendo derrotado a Artigas en 1817, obtuvo el favor de los orientales de levita para hacer de la Provincia de la Banda Oriental un ‘protectorado’ de la corte imperial de los Braganza. Las pruebas, están a la vista.

Por Gabriel O. Turone

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