JOSE ARTIGAS, EL LABRADOR DE CURUGUATY

Esta faena de nuestro campo, la realizó el argentino José Artigas en los ensombrecidos años de su largo exilio en el Paraguay. En tierras guaraníes, mandadas férreamente por el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, Artigas nunca dejó de manifestar su concepción ideológica, esta es, la de “la igualdad de todas las provincias en el organismo colectivo de una federación abierta al mundo”.[1] Francia, por su parte, auspiciaba un régimen cerril y autocrático, el cual, no obstante, dio sus buenos frutos al Paraguay, al menos hasta 1870, cuando la catástrofe se cernió sobre sus estepas en una de las primeras demostraciones bélicas con tintes de supresión biológica.

Al Protector de los Pueblos Libres le fueron dados varios bueyes, herramientas y unas chacras aptas para el cultivo, y un sueldo equivalente al que ostentaba cuando era Capitán del Ejército de España, pues el famoso Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Montevideo, donde Artigas había revistado, fue, en principio, una tropa originada por orden del Rey Carlos IV (12 de mayo de 1797).[2] Esa pensión la percibió por un lapso de diez años, entre 1821 y 1831, aproximadamente. Le fue quitada cuando el Dr. Francia observó que el propio Artigas regalaba parte de esos dineros –unos 32 o 35 pesos mensuales de la época- a los gauchos y mendigos.

Empezó labrando tierra en el pueblo de Curuguaty [3], donde, al decir de los viajeros Rengger y Longchamp, “distribuía la mayor parte de sus cosechas y todo su sueldo, prodigando a los enfermos cuantos auxilios estaban en su mano”.[4] Tomando los datos que le proporcionara el Dr. José Manuel de Isasa, Fructuoso Rivera daba crédito al trabajo rural que practicaba Artigas en la zona, por eso le escribió a su amigo Julián de Gregorio Espinosa, el 13 de agosto de 1827, que “Artigas vive, está muy robusto haciendo grandes sementeras en borvón [sic] donde está bien querido de las gentes de aquella población [de Curuguaty]…”. Pero al mismo tiempo advierte que, de enterarse el Dr. Francia del buen ascendente que tiene Artigas con los pobladores, esto le podría hacer “sucumbir”, o, dicho en buen criollo, le podría costar la vida. [5]

La ayuda desinteresada que Artigas prodigaba a los lugareños de Curuguaty con el sueldo o pensión que el gobierno paraguayo le pagaba, le ganaron el mote de Padre de los Pobres de Curuguaty, manifestado, ello, tanto por viejos aliados como por enemigos de su causa. Resulta atractiva la carta que Enrique Solano López –hijo del malogrado mariscal Francisco Solano López- le enviara el 24 de mayo de 1910 a Juan Zorrilla de San Martín, en donde le comenta, entre otros asuntos, sobre algunos aspectos de la vivienda que ocupó Artigas en Curuguaty. Va a nombrarla como la chacra del “héroe oriental”, la cual se hallaba a unas diez cuadras de un “inmenso naranjal de propiedad comunal”.

Continuó en estas labores, las más ancestrales de nuestro campo, hasta el deceso de Gaspar Rodríguez de Francia, ocurrida el 20 de septiembre de 1840. Generar cultura –palabra que deriva de la noble acción de “cultivar”- era todo lo que necesitaba el gran Artigas, a quien ya no le interesaban las guerras intestinas entre unitarios y federales que se daban por aquellos años. Para robustecer lo expresado, un antiartiguista, hablamos del diplomático norteamericano Carlos A. Washburn, tuvo que admitir que

“En sus últimos años, después de la muerte del Dictador [Francia], el Muy Excelente Protector [Artigas] dejó sus “cultivados campos”, y los lugares de sus “obras de caridad”, -nunca oídas en el Paraguay-, y se fue a Ibirai, donde pasó sus últimos días.” 

Artigas dejaba tras de sí unos 6 o 7 vacunos, número infinitamente bajo si se tiene en cuenta que, desde el año 1821 cuando pisó Curuguaty, había llegado a reproducir casi un centenar de ellos. Sin embargo, la exigua cantidad que le quedaba al cabo de un cuarto de siglo de afincamiento en dicha región, se debió a una peste de magnitudes que acabó con la vida de sus animales.[6]

Óleo que lleva por título “Artigas en el Paraguay”, obra de José Luis Zorrilla de San Martín. Esta obra fue expuesta en 1951 con motivo del homenaje que le hiciera la Comisión Nacional de Homenaje a Artigas en el teatro Solís de Montevideo. La descripción, comienza así: “Verdadera estampa de viejo y fuerte labrador, Artigas está representado en figura de medio cuerpo y casi de 3/4 de perfil hacia la izquierda…”.

Ocurrida la muerte de Gaspar Rodríguez de Francia, el comandante de Curuguaty, don Juan Manuel Gauto, recibió la orden de arrestar al anciano José Artigas en su chacra. La partida encargada de adentrarse en el universo agreste del prócer “lo encontró a la sazón arando, y desnudo por el calor de medio cuerpo para arriba”, según testimonia su hijo José María Artigas, quien luego sería oficial colorado de Rivera. Tras permanecer en un oscuro calabozo de Curuguaty, Artigas fue liberado al cabo de un mes y luego de estar sujetado con una barra de grillos.

En efecto, durante los tiempos de Carlos Antonio López (abril de 1845), éste lo confina a Artigas a vivir en algún paraje de los alrededores de Asunción. Y allí, cada vez más vetusto y encorvado, el otrora Padre de la Federación vivirá en el olvido, mustio y sin fuerzas para la labranza. Como él mismo lo sugirió a Bompland, subsistía de las limosnas y acompañado siempre por el leal moreno Joaquín Lenzina, quien el 23 de septiembre de 1850 lo encontró muerto a su antiguo jefe.

Lenzina o Ansina, como también le llamaban, dejó para los tiempos un bello poema titulado Curuguaty, en donde recordará todas las faenas y buenas costumbres cargadas de austeridad del Protector de los Pueblos Libres en aquel injusto confinamiento. Dice así:

“En la horqueta del Curuguaty / está el pueblo yerbatero,

Que para Artigas y para mí, / es la querencia del destierro.

Aquí, como allá, pasionaria, / es la flor del divino misterio:

Con clavos y corona visionaria, / que recuerda al gran Carpintero.

Hicimos casa de urundeymí / del otro lado de la cañada,

Como para Artigas y para mí, / para que no nos falte nada.

Aunque nunca nos faltaban los cobres, / del fruto de tantos afanes

Cosechamos para los pobres, / y nunca nos faltan los panes.

El Protector de los Libres, / siempre tiene comensales.

Lo llaman “el Padre de los Pobres” / de esta tierra los mensuales.” [7]

Por Gabriel O. Turone

——————–

Imagen de portada: Cuadro que representa uno de los dos solares que habitó José Artigas junto a su amigo predilecto, José Lenzina, en Curuguaty, Paraguay, entre 1821 y 1845. Fue en la segunda casa que le otorgaron en los últimos meses de 1821, donde Artigas sacó a relucir su inagotable fortaleza para el trabajo rural que se describe en esta nota. Por su parte, la imagen de portada estaría mostrando a Artigas y a Ansina de pie junto a sus caballos, aunque no hay elementos que así lo constataran.

——————–

Referencias:

[1] “Artigas”, de Carlos María Ramírez, Biblioteca Internacional de Obras Famosas, Tomo XIX, c. 1900, página 9357.

[2] José Artigas alcanzó el grado de Capitán, en el Cuerpo de Blandengues, por el año 1806. Producidos los episodios de la invasión de Napoleón a España (1808) y la Semana de Mayo de 1810, el caudillo desertó de ese cuerpo de origen español el 15 de febrero de 1811 en la localidad de Colonia del Sacramento. A partir de allí, formará sus propios cuerpos de ejército, embrión del actual Ejército de la República Oriental del Uruguay.

[3] Pueblo de trascendental importancia fue Curuguaty, que había sido fundado por primera vez bajo el nombre de San Isidro Labrador en 1635, siendo sus primeros habitantes blancos, españoles, criollos y algunos indios. El nombre <<Curuguaty>> provino de un río denominado así porque era abundante en cucurbitáceos, un tipo de plantas que da frutos, algunos comestibles (como el zapallo, melón, etc.) y otros no por lo amargo de su sabor. La segunda fundación ocurrió tras la destrucción que los mamelucos hicieron de la antigua villa (1676), la cual fue refundada recién en el año 1716. Destruida, saqueada e incendiada ésta durante la Guerra del Paraguay, Curuguaty debe su tercera y última fundación en 1892, muy probablemente por iniciativa de Enrique Solano López, el hijo del Mariscal del Paraguay asesinado en Cerro Corá en 1870.

[4] “Ensayo histórico sobre la Revolución del Paraguay”, de Johann Rudolph Rengger y Marcelin Longchamp, Capítulo IX, Imprenta y Librería de Mayo, Buenos Aires, 1883, página 88.

[5] Carta de Fructuoso Rivera a Julián de Gregorio Espinosa, Santa Fe, 13 agosto 1827. (Citada en “Artigas católico”, de Pedro Gaudiano, Universidad Católica del Uruguay, p. 155)

[6] “El Constitucional” de Montevideo, edición del 1º de julio de 1846.

[7] Bellísima pieza poética la que compuso Joaquín Lenzina (1760-1860), negro de padres africanos que supo ser soldado del Batallón de Pardos en el Regimiento de Blandengues, ayudante de Artigas y poeta de respetable rima y sensibilidad. Sus restos jamás pudieron ser encontrados, pues, al haber fallecido en Asunción, Paraguay, la destrucción provocada por la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) hizo desaparecer todo rastro de su última morada.

Leave a Comment