JOSE JOAQUIN RIVADAVIA EL HIJO FEDERAL DE BERNARDINO

Sabido es, que el primer Presidente de nuestro país, de Bernardino de la Trinidad González de Rivadavia y Rodríguez de Rivadavia hablamos, fue un prócer del unitarismo argentino y, por ello, figura indiscutida de quienes hacen culto de esa ideología.

Padre de la deuda externa [1] que, aún en el presente, se sigue agigantando y condicionando nuestra vida nacional, se cree que Rivadavia tenía ascendencia hebrea, y que su apellido se escribía con “b” larga: Ribadavia. Al menos su padre así aparece en los registros. Y si deseáramos agregar algún dato más sobre este particular, interesan aquí dos pistas o argumentos que pueden llegar a validarlo.

El primero de ellos, tiene que ver con una carta suscrita por el brigadier general Juan Felipe Ibarra a su sobrino y Ministro de Gobierno, don Ángel Fernando Carranza, cuando los tiempos de las reformas religiosas rivadavianas de diciembre de 1822, lo que implicó el cierre de conventos, la supresión del diezmo, la clausura de diversas órdenes religiosas, el permiso para abandonar los hábitos cuando se quisiese, la incautación de bienes de la curia, etc., etc. Allí, en la misiva, le dice el caudillo santiagueño a Carranza, que:

“…vive seguro que el Judío Rivadavia, ni es, ni será reconocido por esta provincia [de Santiago del Estero]: en vano hacen valer la más activa intriga, yo he de hacer frente a todos, y he de hacer ver que no es fácil burlarse de los hombres que conocen sus derechos y están al cabo de sus inicuos planes…”[2]

Rara imagen del solar ubicado en la calle Defensa 360, en el que vivió Bernardino Rivadavia hasta 1826 con su esposa, Juana del Pino, y los cuatros hijos de ambos.

La otra prueba surge en el año 2005, cuando un albañil de nacionalidad paraguaya, llamado Gustavo Vera, que trabajaba en el solar donde había vivido Bernardino Rivadavia hasta 1826 junto a su esposa Juana del Pino, ubicado en Defensa 360, en el barrio porteño de Monserrat, había descubierto, entre otros elementos de hierro, una aldaba [3] que tenía el diseño de la Estrella de David.

Es muy probable, que Bernardino Rivadavia haya tenido en ese solar a sus cuatro hijos, entre éstos a Joaquín, de quien nos ocuparemos en el desarrollo de esta nota.

DE UNITARIO A FEDERAL

José Joaquín Benito Egidio Rivadavia del Pino [4] había visto la luz en Buenos Aires el 31 de agosto de 1810, siendo bautizado al día siguiente, 1º de septiembre, en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Tuvo, como se supone, una esmerada educación que vino de la mano de su ya famoso padre.

Joaquín y sus hermanos Martín y Bernardino, los tres hijos varones de Rivadavia [5], fueron educados en Londres, Inglaterra, con el fin de importar lo allí aprendido en las tierras del Plata. Eran, en todo caso, vástagos que vivían en tierras gauchas pero con mentalidad eurocéntrica, muy acorde a las elucubraciones paternas.

En plena ebullición de las guerras intestinas, José Joaquín Rivadavia vuelve a Buenos Aires, proveniente de Francia, en el año 1828, enrolándose en el gobierno bonaerense del unitario Juan Galo de Lavalle. De él recibió los galones de Alférez del arma de Caballería, más fracasada la administración de aquél, Joaquín Rivadavia optó por buscar el exilio en el Uruguay, donde estuvo hasta 1833.

De regreso a suelo uruguayo, estuvo en el pueblo de Mercedes administrando una estancia de su padre, Bernardino Rivadavia, que tenía allí, regresando a Buenos Aires en 1837. Ya bajo el gobierno de Rosas, no dudó en apoyar la llamada Revolución de los Libres del Sur (1839) que habían lanzado los hacendados y unitarios en Dolores y Chascomús una vez asegurada la financiación y el apoyo logístico de Francia.

Hasta la muerte de Lavalle en 1841, Joaquín Rivadavia, ya ungido con el grado de Sargento Mayor de Caballería, se halló

“en todas las acciones de guerra que tuvieron lugar hasta la Rioja, en donde se separó y pasó a Bolivia, y desde allí por Matogrosso [sic] se vino al Río [de] Janeiro se embarcó y vino a Montevideo. Que allí fue llamado al servicio por el titulado Ministro salvaje unitario Pacheco y Obes y le fue dado el mando de un escuadrón de Caballería con el que salió a campaña hasta que los emigrados argentinos se separaron y marcharon a Corrientes donde sirvió a las órdenes del salvaje asqueroso unitario manco Paz – Que cuando el ejército Paraguayo llegó a Corrientes, fue pedido por su titulado general y al presentarse a servicio le dieron el grado de Teniente Coronel continuando en aquel hasta la disolución, que pidió su pasaporte para el Brasil donde se retiró. Que de allí pasó embarcado a Montevideo y a los pocos días se trasladó a esta Ciudad [de Buenos Aires] el año de 1848.” 

La descripción anterior corresponde al prontuario que le hicieron en el Departamento de Policía de Buenos Aires a José Joaquín Rivadavia del Pino, a cuyo pie estampó su firma Juan Moreno, jefe del cuerpo. Está fechado el 17 de octubre de 1851 y dice, entre otros datos, que el hijo de Bernardino tiene 37 años de edad. Al comparar el año en que se emitió el prontuario con la edad del implicado, nos daría que José Joaquín nació en 1814, y no en 1810 como se indicó al comienzo de este subtema. Esto configuraría una inexactitud del personaje retratado.

Retrato de Juan Moreno, Jefe de la Policía de Buenos Aires desde 1845 hasta 1852. Fue quien un año antes de la caída de Rosas, pergeñó el prontuario de José Joaquín Rivadavia.

Ahora, mientras que en el prontuario que da a conocer Julio Castellanos se dice que Joaquín Rivadavia acercó posiciones con Rosas recién en 1848, digno resulta puntualizar que sus otros dos hermanos varones, Bernardino Donato y Martín, lo hicieron en 1843 en el Batallón “Libertad” del coronel Mariano Maza, esto es, varios años antes que Joaquín y a poco de haberse iniciado el Sitio de Montevideo.

En el nombrado Batallón, Bernardino y Martín Rivadavia habían alcanzado los grados de Ayudante Mayor y Teniente 2º, respectivamente, y tuvieron, mientras duró el Sitio Grande, el mejor concepto para con el coronel Maza, al argumentar que “es un caballero en toda la extensión de la palabra y no como lo trataban esos imbéciles desnaturalizados”, según escribió Bernardino Rivadavia hijo en una carta.

Para no pocos autores de cuño liberal, tal el ejemplo de González Arrili, los muchachos varones de nuestro primer presidente fueron unos “comodones” que “se fueron de rondón al “federalismo” del tirano”, aunque más razonable que este argumento ideologizado puede resultar el hecho de poner punto final a una vida llena de derrotas unitarias, exilios o expatriaciones, tal como sucedió con José Joaquín Rivadavia desde 1828 hasta 1848.

De hecho, al año de haberse arrimado al Gobernador Rosas, José Joaquín Rivadavia le escribe una carta llena de lisonjas y retractaciones que, fechada el 3 de octubre de 1849, decía lo que sigue en uno de sus párrafos salientes:

“Al poner mi planta en el suelo de mi patria, Excmo. Señor, y después de estar en ella tengo el derecho de pedir también a V. E. me permita demostrarle de este modo mi gratitud y buenos deseos. El que V. E. se haya dignado perdonar mis pasados errores de haber hecho parte del Salvaje bando unitario; no es bastante para recobrar en el concepto de V. E. y en el de mis conciudadanos el nombre ilustre con que tan debidamente se distinguen los hijos de nuestra cara patria y causa federal. Ansío por demostrar que estoy penetrado de la justicia de todos los actos de Gobierno de V. E. y de la entera fe con que yo lo reconozco…” 

Es muy posible, aunque no lo sé con exactitud, que ese año de 1848 ha sido el elegido por Rosas para amnistiar y perdonar, de algún modo, a una buena parte de sus enemigos políticos que se hallaban en el exilio. En ese mismo año el Gobernador de San Juan, brigadier general Nazario Benavídez, le dio protección a Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza para que regresara a sus pagos riojanos desde Chile. Don Manuel Vicente Bustos, entonces Gobernador de La Rioja, hasta le concedió el grado de Comandante de los Llanos, el cual mantuvo hasta la caída de Rosas en 1852. El paralelismo entre el caso de Peñaloza con el de Joaquín Rivadavia, creo, es elocuente y válido para ver el contexto en que se desarrollaba la política argentina de esa etapa.

Daguerrotipo del coronel Mariano Maza, implacable azote de salvajes unitarios y de probada lealtad a la Santa Federación. Tuvo bajo su mando a Bernardino y Martín Rivadavia, ambos hermanos de José Joaquín.

Al producirse el Pronunciamiento de Urquiza el 1º de mayo de 1851, José Joaquín Rivadavia volvió a validar su apoyo a Rosas por “conducto del Capitán escribiente D. Pedro Rodríguez”, haciéndole saber de su lealtad al régimen a doña Manuela Rozas Terrero, hija del Restaurador de las Leyes. Desde 1848 hasta febrero de 1852, el hijo de Bernardino Rivadavia se había enrolado en la 2ª Compañía de la Milicia Pasiva del Juzgado de Paz de la Catedral al Norte.

Acreditando ser un buen federal, Joaquín Rivadavia había contraído nupcias el 7 de diciembre de 1848 con la criolla Melchora Ximeno Cires, hija don Pedro Ximeno, histórico Capitán de Puerto de la Federación y jefe de un Batallón de los Patricios de Buenos Aires. El casamiento tuvo lugar en la capitalina Iglesia Nuestra Señora de la Merced, quedando constancia del enlace en el libro 8, folio 249 vta. de La Merced.

De dicha unión va a nacer en 1856 José Joaquín Rivadavia Ximeno, quien vivió solamente hasta los 37 años de edad, pues falleció el 12 de diciembre de 1893 en Buenos Aires.

DESPUES DEL ROSISMO

Joaquín Rivadavia no dejó el mundo militar en que se había iniciado de joven, por eso se involucró en la Revolución del 11 de septiembre de 1852, que estuvo dirigida contra la figura de Justo José de Urquiza y, pocos meses más tarde, lo vemos defendiendo Buenos Aires del sitio que le había impuesto el general Hilario Lagos.

Incluso, ya siendo veterano de edad, no dudó en alistarse cuando la Guerra del Paraguay en 1865, lo que le valió la obtención de varias medallas por actuaciones heroicas en los campos de batalla. El último destino militar que tuvo, fue en la Planta Mayor Defensiva, ya que en 1880 se le dio la baja del Ejército Argentino. Ostentaba el grado de Sargento Mayor.

La única descripción más o menos completa que se tiene de este hijo de Rivadavia, es la que aparece casi a finales de 1851, y que lo describe así:

“JOAQUIN RIVADAVIA (…) – calza bota fuerte – es sano – no es borracho – natural de Buenos Aires – no sabe domar – sabe andar a caballo – se ocupa en un escritorio de Agencia – Su domicilio Calle del Parque num. 51. Sabe leer y escribir y en prueba de ello firma la presente clasificación – se halla enrolado actualmente en el Juzgado de Paz de la Catedral al Norte (…) – de estado casado – color blanco – pelo castaño algo cano – es hombre de pueblo – es bueno para caballería.” 

Y en el vestir, se dice que “usa la divisa y cintillo federal”, mientras se enfatiza que “no es borracho”, que tiene “chaleco punzó” y “bota fuerte”. Lo que se dice, un vestuario digno de un federal neto.

Placa sobre el frente de la Casa Histórica donde vivió el primer Presidente Cosntitucional de la Argentina, Bernardino Rivadavia.

El ocaso de José Joaquín Rivadavia del Pino aconteció en Buenos Aires, el 7 de mayo de 1887, cuando contaba 76 años de edad. Fue sepultado al día siguiente en el Cementerio de La Recoleta, donde duerme el sueño eterno. Su esposa lo sobrevivió hasta el 30 de agosto de 1902, ya octogenaria.

Por Gabriel O. Turone

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Fuentes:

  • Castellanos, Julio. “Los prontuarios policiales en la época de Rosas”, Revista del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, Nº 4, 5 y 6, Editorial Fronhos, Buenos Aires, 1939.
  • Datos aportados por el investigador Gabriel Chirico.
  • de Baldrich, Fernando Amadeo. “El coronel Mariano Maza”, Revista Todo es Historia, Año VII, Nº 79, Diciembre de 1973.
  • “Discuten si perteneció a Rivadavia una casa que está en arreglo”, de Willy G. Bouillon, Diario “La Nación”, jueves 4 de agosto de 2005.
  • González Arrili, Bernardo. “Historia de la Argentina”, Tomo III, Editorial Nobis, Buenos Aires, 1964.
  • Revista de la Biblioteca Nacional, Volumen 4, Imprenta de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 1940.

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Referencias:

[1] La originó el 1º de julio de 1824 al contratar un préstamo a la Casa Baring Brothers cuando ejercía como Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la Provincia de Buenos Aires.

[2] En este punto, la palabra “judío” querría significar, según Gustavo Gabriel Levene, un término peyorativo empleado contra Bernardino Rivadavia por su abierta posición liberal en una época donde las reformas que intentó llevar a cabo chocaban con el arraigado aspecto religioso de los pobladores del interior.

En la actualidad, el término “judío” se utiliza para figurar a quien es avaro o usurero “Diccionario Enciclopédico PLANETA”, La Nación, Tomo 2, Espasa Calpe, 1999, página 912). En la glosa gauchesca, por otra parte, mandarse una “judiada” era sinónimo de haber concurrido en una acción santurrona o desleal.

[3] Las aldabas son piezas de metal que, situadas en la parte externa de las puertas, sirven de llamador.

[4] A lo largo de este artículo, lo llamaremos indistintamente como José Joaquín o Joaquín Rivadavia.

[5] La única descendiente mujer que tuvo se llamaba Constancia, quien murió con apenas 4 años de edad.

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