LA EPOCA DE ROSAS Y SUS MANIFESTACIONES SOBRE EL 9 DE JULIO DE 1816

La importancia que revistió para el gobierno de la Santa Federación los sucesos que desembocaron en la Declaración de nuestra Independencia en Tucumán, podemos verla manifestada en el encabezado de los documentos oficiales de su tiempo, cuando era obligatorio colocar en ellos la cantidad de años que habían transcurrido desde el grito de Mayo de 1810 y los que habían pasado desde Julio de 1816. Todo: esquelas, cartas, manuscritos, comunicados, partes y decretos, debían tener esos datos históricos y numéricos. Esto en primer término.

Obra en mi archivo personal un volante que contiene el texto del decreto expedido por el brigadier general Juan Manuel de Rosas para conmemorar lo acontecido el 9 de julio de 1816, o sea, la formal independencia política argentina.

Este hecho, que ha sido pasado por alto durante tantas décadas, demuestra el patriotismo intrínseco de que estaba imbuida la administración del Restaurador de las Leyes, la cual se encargó de reivindicar no solamente la fecha mencionada sino también a algunos de los protagonistas olvidados de la Revolución de Mayo de 1810, como por ejemplo al también brigadier general Cornelio de Saavedra, a cuyo honor Rosas erigió en el cementerio de la Recoleta su actual sepulcro. También honró la memoria de Feliciano Chiclana, cuya morada final se levantó en el mismo sitio donde yacen los restos del presidente de la Primera Junta Provisional de Gobierno.

La imagen principal colocada en esta nota, corresponde al anverso de un viejo volante nacionalista de la década de 1940. Debajo de la figura señera de Juan Manuel de Rosas, aparecían las siguientes líneas explicativas:

“BRIGADIER GENERAL D. JUAN MANUEL DE ROSAS 

Este fue el gobernante argentino que decretó la celebración solemne del 9 de Julio, negada expresamente por Rivadavia en un decreto de 1826, al declararlo simple feriado. 

¿Lo sabía Ud.? No. A Ud. le han ocultado siempre esta verdad, como muchas otras, de la historia nacional, que ha sido escrita al revés por los que no quieren que se conozca. 

Lea a la vuelta el decreto de Rosas.”

De este modo simple, llano y fuerte, se advertía a la población que, el 11 de junio de 1835, el gobierno de la Confederación Argentina rememoraba la gesta de 1816. El reverso del volante se completaba con el corpus del famoso decreto, que decía así:

“Buenos Aires, Junio 11 de 1835. 

-Año 26 de la Libertad, 20 de la Independencia y 6 de la Confederación Argentina.- 

Considerando el Gobierno que el día 9 de Julio de 1816, debe ser no menos célebre que el 25 de Mayo de 1810; porque si en éste el Pueblo Argentino hizo valer el grito de la Libertad, en aquél se cimentó de un modo solemne nuestra Independencia, constituyéndose la República Argentina en nación libre e independiente del dominio de los Reyes de España, y de TODA OTRA DOMINACION EXTRANJERA[1] y que siendo justo tributar al Ser Supremo las debidas gracias en el aniversario del 25 de Mayo, lo es del mismo modo y con motivos igualmente poderosos, manifestarle también nuestro reconocimiento en el aniversario del 9 de Julio, pues que con el auxilio de la Divina Providencia, se halla la República en el goce de esa libertad e independencia que ha conquistado a esfuerzos de grandes e inmensurables sacrificios. Por tan graves consideraciones, ha acordado y decreta: 

Artículo 1º.- En lo sucesivo el día 9 de Julio será reputado como festivo de ambos preceptos, del mismo modo que el 25 de Mayo; y se celebrará en aquél misa solemne con Te Deum en acción de gracias al Ser Supremo por los favores que nos ha dispensado en el sostén y defensa de nuestra independencia política; en la que pontificará siempre que fuese posible, el muy Reverendo Obispo Diocesano, pronunciándose también un sermón análogo a este memorable día. 

Art. 2º.- En la víspera y el mismo día 9 de Julio, se iluminará la ciudad, la casa de Gobierno y demás edificios públicos, haciéndose tres salvas en la Fortaleza y buques del Estado, según costumbre. 

Art. 3º.- Queda sin ningún valor ni efecto el decreto del 6 de Julio de 1826, en la parte que estuviese en oposición con el presente. 

Art. 4º.- Comuníquese y publíquese según corresponde. 

ROSAS – El oficial Mayor del Ministerio de Gobierno, Agustín Garrigós (1)

 (1) Registro Oficial, años 1822 a 1852, página 346, decreto Nº. 2468.”

LA PRENSA FEDERAL ANTE EL ANIVERSARIO 

Deseo tomar como ejemplos de las manifestaciones gráficas del 9 de Julio en la época de Rosas, algunas referencias publicadas en el periódico “El Lucero” de 1830 a 1832. Dirigido por el napolitano Pedro De Angelis, este diario dedicó algunas columnas o brevísimos recuadros al 9 de julio de 1816, en los cuales daba a conocer sobre el hecho histórico un punto de vista acorde a lo auspiciado por la Federación.

La edición Nº 812 del 10 de julio de 1832, “El Lucero” advierte que, por una coincidencia de fechas, se celebró en la plaza de la Victoria el festejo del Corpus Christi y del Día de la Independencia (“nuestra emancipación política”, dice). Unas y otras lograron complementarse muy bien, advierte la columna del matutino, y fue

“S. E. el Señor Gobernador de la provincia, acompañado de los Señores Ministros de Gobierno y de Guerra, y con un séquito numeroso de empleados civiles y militares, (el que) asistió a los varios actos que prescribe a los ministros del santuario la liturgia eclesiástica, oficiando el Ilmo. Sr. Obispo de Aulon.”

En tal sentido, la plaza de la Victoria “estaba llena de tropas y espectadores; el mayor orden reinaba por todas partes, y un sentimiento general de satisfacción y júbilo se pintaba en todos los rostros”, dado que todos veían “definitivamente afianzado el porvenir de la patria después de tantas alternativas y sacudimientos”, termina afirmándose en un párrafo. Porque, sigue especificando la publicación, en 1828 la República Argentina era todavía “un montón de escombros”, producto de su “larga enfermedad”, o sea, de la anarquía reinante que ayudó a eliminar el Restaurador Rosas. Por lo mismo, “El Lucero” llamaba al gobierno de Rosas a seguir siendo prudente como hasta ahora, porque “El bien no se hace por brincos, ni las sociedades adelantan a empujones”.

Mientras que la referencia gráfica anterior hablaba más bien de aspectos cívicos de la administración federal, y de cómo la misma se hace acreedora del legado independentista –gracias a la derrota de los elementos disolventes de la anarquía-, en la edición de “El Lucero” del jueves 8 de julio de 1830, en cambio,  se publicaba, en grandes caracteres, el “Acta y Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata”, abarcando toda la página 3 de dicho ejemplar, a cuyo pie aparecen los nombres de los firmantes. Esto mismo volvió a repetirse en el Nº 524 de “El Lucero” del 8 de julio de 1831.

Ya en el segundo gobierno de Rosas, encontramos que el periódico del Partido Blanco del brigadier general Manuel Oribe, de “El Defensor de la Independencia” hablamos, en su tirada del 9 de julio de 1851, y bajo el título “NUEVE DE JULIO”, se memoraba la gesta tucumana de 1816 con un mensaje que colocaba a ésta como diametralmente opuesta a la reciente traición de Urquiza y su Pronunciamiento del 1º de mayo de 1851:

“NUEVE DE JULIO 

Es el aniversario de la solemne gloriosa declaración de la INDEPENDENCIA de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los traidores de 1851 bajan hasta el polvo la frente humillada por la vileza de su escandalosa infame deserción de la gran causa proclamada en ese día por el Congreso que dictó en Tucumán la heroica resolución de que estas Repúblicas fuesen libres para siempre.”

De este modo, finalizamos con este subtema relativo al tratamiento que la prensa federal o blanca le dio a la gesta de 1816.

LOS FESTEJOS DE 1843 Y 1851 

Juan Manuel Beruti, que no guarda parentesco alguno con el matón de Mayo de 1810, fue un porteño que nació hacia 1777. Su vida no estuvo ligada a heroicas batallas, tan comunes entre los siglos XVIII y XIX, sino que se trató de un profuso cronista que se la pasó realizando anotaciones de y sobre todos los acontecimientos y personajes que veía y frecuentaba. Como una suerte de diario íntimo, si bien no podemos catalogarlo de ese modo, Beruti escribió cientos de páginas que recogen hermosas impresiones acerca del viejo Buenos Aires y de la vieja Argentina hispánica.

Para desgracia nuestra, dichas anotaciones de Beruti han sufrido, al parecer, un extravío entre los años 1829 y 1843, por lo cual su riquísima obra testimonial ha pasado a la posteridad dividida en dos etapas: 1) La que va desde 1809 hasta 1829; y, 2) Anotaciones desde 1843 hasta el 1º de octubre de 1855. Si tenemos en cuenta que Juan Manuel Beruti falleció un 28 de enero de 1856, entonces estamos diciendo que escribió prácticamente hasta su muerte.

Un caso notable, por cierto, que fue recopilado bajo el título de “Memorias Curiosas”, y que mereció ser publicado en uno de los tomos de la famosa colección Biblioteca de Mayo, Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina de 1960, editada a los 150 años de producida la Revolución de Mayo de 1810 por la Cámara de Senadores de la Nación.

En medio de tantas anotaciones, dejó consignado los festejos del 9 de julio de 1843, en plena época de don Juan Manuel de Rosas. Así describía aquellas celebraciones en recuerdo de la fecha patria don Juan Manuel Beruti:

“El 9 de julio de 1843. En este día de la independencia, de la República Argentina del poder de España, que se celebra con una solemne función y Tedéum en la santa iglesia Catedral con asistencia de todas las autoridades y formación general de las tropas, de orden del gobierno, se mandaron alistar todos los alcaldes, y sus tenientes de ciudad y campaña, e incluyéndose todos los vigilantes de policía, que por sus cargos estaban exentos del servicio militar; a todos los cuales se les vistió de uniforme de soldados, y formando un batallón de más de seiscientos hombres, se presentaron en la formación con los demás cuerpos de línea en la plaza Mayor de la Victoria; de este principio su resultado será el hacerlos soldados de línea, o veteranos, como sucedió con los serenos en igual caso.” 

Años más tarde, en 1851, tendría lugar la última celebración del Día de la Independencia aquel 9 de julio. Apenas unos meses más tarde, en febrero de 1852, aquella saludable vida argentina fue aniquilada por la traición de los masones y la finanza foránea.

Como un presagio de lo que le aguardaba a la Federación, el 9 de julio de 1851 amaneció con una lluvia torrencial, como si fuera un día triste. Pero sacando fuerzas inimaginables, Juan Manuel de Rosas decide hacer una formidable demostración de patriotismo, obviando el infame pronunciamiento del 1º de mayo pasado que hizo el entrerriano Justo José de Urquiza contra la Patria.

Da en señalar Félix Luna en su Juan Manuel de Rosas. Grandes Protagonistas de la Historia Argentina, que “en las calles, teatros y tertulias se rivaliza por demostrar lealtad al Héroe del Desierto [Rosas], que aceptaba combatir “al traidor Urquiza vendido al oro brasileño”, a pesar de su delicada salud”. Es verdad, los honestos funcionarios rosistas llevaban sobre sus espaldas casi veinte años luchando en pos de la soberanía –menuda tarea-, y para 1851 se sentían, si bien vigorosos en sus funciones, fatigados y hasta cansados.

Y el eminente Manuel Gálvez, agrega que ese día festivo “desfilan más de ocho mil soldados y cuarenta y tres cañones, algunos tirados por mulas y montados. Rosas, de poncho y con una espada en la mano, manda las tropas. Cuando desde el paseo de Julio, llamado así, oficialmente, desde 1848, se dirige a la Pirámide, la multitud lo rodea, lo vitorea y le impide avanzar”. Gálvez en Vida de don Juan Manuel de Rosas, sostiene que algunos ciudadanos le dan la mano y otros lo palmean. Los más audaces atinan a abrazarlo. Continuemos leyendo el relato del escritor revisionista:

“Frente a la Pirámide de Mayo, con la espada levantada exclama: “¡A la tierra argentina, salud! ¡Gloria perdurable a los patriotas ilustres que acordaron virtuosos el juramento santo de nuestra Independencia de España y de toda otra dominación extranjera!”.” Se trataba de una declaración que levantaba la bandera de lo sucedido el 9 de julio de 1816 y, además, una advertencia para el “loco traidor salvaje unitario Urquiza”, según la nueva consigna federal que empezaba a imprimirse en los cintillos punzó de las casacas.

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