PORMENORES DEL SITIO DE HILARIO LAGOS

Mientras discurría una apacible tarde mataderense, el profesor y Capitán retirado, don Orlando Falco, que ejerce como director del Museo Criollo de los Corrales de Mataderos, en Buenos Aires, me comentaba que el caserón de la Quinta de los Olivera que hoy conocemos en el centro del Parque Avellaneda no correspondía al original que funcionó, entre 1852 y 1853, como cuartel general de los sitiadores de Buenos Aires al mando del entonces coronel Hilario Lagos. “La casa que hoy existe es aproximadamente de 1880”, me dijo Falco, mientras memorábamos aquel suceso que bien pudo cambiar los destinos nacionales.

Al pie de un busto que se erigió en Parque Avellaneda en honor de Hilario Lagos, el cual se ubica a un costado del referido casco estanciero de los Olivera, yace una placa de bronce que rememora su extensa y brillante actuación militar. El texto comienza así: “GENERAL HILARIO LAGOS (1806 – 1860) / Durante el Sitio de Buenos Aires mantuvo en este lugar el comando de combate (Diciembre de 1852 a Julio de 1853)”. 

La recordada “Chacra de Olivera”, la cual estaba dentro de los confines del Partido de San José de Flores, pertenecía al ecuatoriano y hacendado don Domingo Olivera, quien, por esas paradojas de la historia, durante el sitio estuvo en contra de Hilario Lagos. No sabemos, en este punto, si el casco de estancia de Olivera fue ocupado, o no, por el Estado Mayor de las fuerzas sitiadoras, dado que, de otro modo, no se explica cómo es que su propiedad terminó en manos de sus virtuales enemigos.

Durante el levantamiento del coronel Lagos, Domingo Olivera intervino como miembro de una comisión mandada por el gobernador interino provincial, general Manuel Guillermo Pinto, a fin de evitar la intromisión de Urquiza en los problemas de la Provincia de Buenos Aires aprovechando el sitio de la ciudad portuaria.[1] Tal comisión hubo de reunirse en la “Quinta de Naón” el 23 de diciembre de 1852, desde donde emitió un Proyecto con cinco artículos –uno de ellos adicional- que no logrará mermar la voluntad de los sitiadores.

La “Chacra de Olivera” -luego denominada “Chacra o Estancia Los Remedios”- fue el epicentro administrativo y neurálgico de las fuerzas sitiadoras, y donde instalaron el hospital de campaña. Pero, ¿cuáles eran las distancias y los límites geográficos del parque que tenían bajo su dominio? Leemos que el perímetro donde se mantuvo acantonado el Estado Mayor de Hilario Lagos abarcaba el campo “que corre desde la margen izquierda del río Maldonado hasta San José de Flores por el centro y la margen derecha del río Barracas [Riachuelo]”. Cualquier intento de traspaso de este límite impuesto significaba, sin más, el inicio del fuego enemigo. Por eso mismo, mientras duró el sitio se sucedieron refriegas en varios puntos de la campaña y hasta en zonas bien adentradas en la primitiva nomenclatura del viejo Buenos Aires.

¿UN LEVANTAMIENTO DE ROSISTAS?

¿Quiénes eran esos sublevados a quienes la historia endilga haber sido antiguos federales rosistas? No hallamos un listado completo que indique todos los nombres y apellidos de los que el 1º de diciembre de 1852 se opusieron a la soberbia de los porteños que no querían perder sus antiguos privilegios.

Sin embargo, en el grueso Tomo I (Antecedentes 1810 – 1854) de la obra El Poder Legislativo de la Nación Argentina, editado que fue por la Cámara de Diputados de la Nación en 1938 y cuya redacción corresponde a Carlos Alberto Silva, en su página 766 aparece el listado de los jefes de la sublevación o Sitio de Buenos Aires que acompañaron a Lagos, todos los cuales se reunieron el 24 de diciembre de 1852 en la “chacra de Olivera”, a saber: “Gregorio Paz, Matías Rivero, Baldomero Lamela, Eugenio Bustos[2], Juan J. Hornos, Eustaquio Frías, Bernabé Castro, José Morales, José Eustaquio Pita, Benjamín Méndez, Francisco Clavero, Jacinto González, Laureano Díaz, Manuel Pueyrredón, Pedro José Agüero, Ángel Herrero, León Benítez, Bernardo González, Nicolás Esquivel, Juan de Dios Videla y Cesáreo Domínguez”.

Estampa del coronel Hilario Lagos durante el tiempo del Sitio de Buenos Aires (Diciembre 1852 – Julio 1853)

De los anteriores se recogen firmes antecedentes federales: Gregorio Paz, Baldomero Lamela, Eugenio del Busto, Francisco Clavero, Juan de Dios Videla y Cesáreo Domínguez habían sido oficiales del Ejército Federal de Rosas. Busto llegó a cumplir importantes misiones diplomáticas frente a los indios durante el rosismo, dado que estuvo cautivo de ellos por durante ocho años (1817-1825). En cambio, Clavero y Videla se pondrían, respectivamente, a las órdenes de Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza y de Felipe Varela en la década de 1860.

En carta dirigida “Al señor general don José María Flores” desde Arroyo del Maldonado el 19 de diciembre de 1852, se aprecia el pedido que le hacen “Los jefes abajo firmados” para que “venga vuestra señoría a ponerse a la cabeza de las fuerzas todas de la provincia, que reunidas a inmediaciones de la capital reconocen unánimemente por jefe a vuestra señoría”. Y debajo, efectivamente, están las firmas estampadas de otros tantos más que se sublevaron con el coronel Hilario Lagos, lo que puede darnos un panorama aún mayor de quiénes han sido los que decidieron plantarse a Buenos Aires. Veamos:

“Hilario Lagos. – Matías Rivero. – Gregorio Paz. – Pedro José Agüero.- Antonio Meneses. – Valerio Sánchez. – Juan B. Thorne. – Ramón Díaz. – José Eustoquio Pita. – Benjamín Méndez. – Eugenio Bustos. – Antonio Cané. – Manuel Rolón. – Bernardo González. – Ángel Herrero. – Adolfo Dávila. – José M. Jardón. – Francisco Clavero. – Vicente Rivero. – José María Castillos. – Mariano Orzábal. – Luis Almada. – Bernardo Romero. – Juan Pío Sosa. – Plácido Martínez. – Luis María Salguero. – Benecio González. – Juan Pablo Albornoz. – Juan Bautista Ortigosa. – Juan José Maciel. – Ildefonso Tomás Arias. – Por el señor coronel don José Laureano Díaz, Ángel Sagasta. – Manuel Delgado. – José N. Jorge. – Pedro Castro. – Por el sargento mayor don José Arce, Desiderio Burgos. – Ignacio Rabelo. – León Benítez. – Por ausencia del mayor Montiel, Ángel García. – Juan F. Cufré. – Bernardo Echavarría. – Felipe Gaete. – Genaro E. Rua. – Martiniano Campana.”

Reconocemos aquí, como en el primer listado transcripto, la existencia de más hombres que durante la Federación habían sido leales a Juan Manuel de Rosas, como ser el teniente coronel de Marina, don Juan Bautista Thorne (héroe en la Vuelta de Obligado), Bernardo Echavarría (Comandante del Cantón de Tapalqué hacia 1839) y Genaro E. Rua (de quien se conoce un hermoso daguerrotipo de 1854 en la que luce un cintillo punzó).

Respecto a cómo estaba compuesto el Estado Mayor de los que sitiaban Buenos Aires, esa información aparece mencionada en la misiva que suscribió Hilario Lagos al “Exmo. Sr. Gobernador Provisorio, Brigadier General, D. Manuel Guillermo Pinto” desde San José de Flores, el 12 de diciembre de 1852:

  • Jefe del Estado Mayor, Gregorio Paz.
  • 2º Jefe del Estado Mayor, Pedro J. Agüero.
  • Primer Ayudante del Estado Mayor, Adolfo Dávila.
  • Jefe del Regimiento de Blandengues, Ramón Eugenio Bustos.[3]
  • Jefe de las Fuerzas de Infantería, Matías Rivero.
  • Jefe del Regimiento Nº1 de Guardias Nacionales, Bernardo González.
  • Jefe del Regimiento Nº 2 de Guardias Nacionales, León Benítez.
  • Jefe del Regimiento Nº 3 de Guardias Nacionales, Benjamín Méndez.
  • Jefe de División, Baldomero Lamela.
  • Jefe de los Regimientos Nº 7 y 8 de Guardias Nacionales, Juan de Dios Videla.
  • Jefe del Regimiento Nº 10 de Guardias Nacionales, Cesáreo Domínguez.
  • Jefe del Regimiento Nº 6 de Guardias Nacionales, Antonio Cané.
  • Jefe del Regimiento Dragones de la Patria, Juan Francisco Clavero.
  • Jefe del Escuadrón de Honor, Ángel Herrero.
  • Jefe de la División Esquivel, Nicolás Esquivel.
  • Jefe de Voluntarios, Mariano Orzábal.
  • Jefe del Escuadrón Voluntarios, Antonio Cané.
  • Coronel de Caballería, Manuel Pueyrredón.
  • Estado Mayor del Departamento del Centro, Marcos Paz.

De todas maneras, puede sonar un tanto simplista afirmar que el levantamiento de Lagos estaba integrado, en su totalidad, por antiguos partidarios de Rosas. Prueba de ello, es el Decreto que dicta el coronel Hilario Lagos el 25 de mayo de 1853 para organizar administrativamente al Gobierno Revolucionario de los sitiadores, imponiendo como autoridades a conspicuos opositores del Restaurador de las Leyes. Así, el Consejo Administrativo quedaba compuesto por “los doctores Francisco Pico, Vicente Fidel López, Marcos Paz y don Ezequiel Ramos Mejía, encomendándose la Presidencia al primero, y la Secretaría al doctor Adolfo Insiarte”.[4] Salvo este último, el resto de los funcionarios del Consejo Administrativo del Sitio no simpatizaron con Juan Manuel de Rosas, bien que algunos hasta regresaron del exilio a su caída en 1852. Agregamos, que el Consejo tenía la facultad de entenderse “en todos los asuntos civiles, de justicia y de hacienda”. De esta manera, Lagos se desentendía de los trámites reservados para la burocracia atendiendo solamente aquellas cuestiones de carácter militar.

Sin embargo, el espíritu federal de los sitiadores también queda de manifiesto cuando Lagos le escribe a Valentín Alsina desde la Guardia de Luján, el 4 de diciembre de 1852, donde le manda decir que

“Yo confío en el patriotismo de usted, creo que su conducta ha sido hija del error; y no dudo que convencido de la necesidad suprema de evitar la ruina de su país, se prestará de buen grado a ceder el puesto al virtuoso patriota que el dedo de la opinión señala para enmendar las faltas cometidas, sacar al país del borde del abismo en que se halla, afianzar la paz y el orden, realizar el pensamiento de fusión y fraternidad y entrar sin tardanza en la obra grande de la organización, de acuerdo con nuestras hermanas las demás provincias.

“No representamos ningún partido, no tratamos de renovar antiguos odios y divisiones; no queremos levantar a unos y hacer caer a otros. No: el movimiento que he encabezado tiene por objeto hacer de todos los porteños un solo pueblo y de todos los argentinos una sola nación. El banquete de la patria quedará abierto para todos; ni usted, ni nadie, quedará excluido de concurrir a él, cada uno en el puesto que corresponda a su mérito y sus virtudes.”

Tres días más tarde, y ante el pedido del coronel Hilario Lagos, Valentín Alsina presenta la renuncia a la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires. En su lugar asumirá el general Pinto.

Peleados que estuvieron el coronel Hilario Lagos y el general José María Flores por la traición de este último, quien no aceptó la jefatura del movimiento sitiador el 1º de diciembre de 1852, en el Capítulo IV de folleto-alegato que Flores redactó para limpiar su imagen, éste contó algunos detalles de una entrevista que mantuvo con Lagos en los albores de la sublevación, y en donde dejó entrever el profundo sentimiento federal que imbuía a los sitiadores:

“También (Hilario Lagos y sus hombres) me confesaron que habían tomado mi nombre para reunir a los milicianos, expidiendo órdenes, a fin de generalizar el movimiento en toda la campaña. Yo manifesté la más viva sorpresa: reprobé semejante atentado, y les hice notar el descrédito y el oprobio que acumulaban en mi persona: era una inconsecuencia que me exponía a los cargos de complicidad, tanto más grave, cuanto que yo pertenecía al Poder Ejecutivo, que intentaban derrocar. 

“A pesar de mis observaciones, nada les hizo desistir de su propósito: abrigaban sumo rencor por el doctor Alsina, en quien suponían también el conato de perseguir a los antiguos servidores de Rosas. Así habían fomentado las prevenciones de partido; ya aparecerían adornos con la divisa y el cintillo, y aun estaban restablecidos los lemas de vivas y mueras; circunstancia que les reproché con toda la vehemencia de mi carácter…”

Interesan aquí algunas cuestiones que no deben escapar al análisis. En primer lugar, Hilario Lagos y Flores andaban en entendimientos los días previos al Sitio, por eso la confianza –tal vez, desmedida, como se verá después- de Lagos por nombrar jefe del mismo al general Flores. Expedito, éste se negó rotundamente aduciendo que era parte del Poder Ejecutivo del gobierno provincial del Dr. Valentín Alsina[5] que había asumido tras la revolución del 11 de septiembre de 1852, revolución que escindió Buenos Aires del resto del país.[6] En segundo término, se aprecia el origen federal de Lagos y sus compañeros de armas, de allí la visión que tuvo Flores de los cintillos punzó y los lemas característicos de la época de Rosas, que tras la batalla de Caseros habían sido suprimidos y objetados.

EL PRIMER PERIODICO DE FLORES

Existen numerosos testimonios y hechos que demuestran los objetivos federalistas de los sublevados con Hilario Lagos, los cuales también quedan demostrados en el nombre dado al periódico que aquél ayudó a fundar en el pueblo de Flores, llamado “El Argentino Federal”, el cual se editó durante todo el Sitio de Buenos Aires. Su primer número vio la calle el 20 de febrero de 1853, y, desde entonces, editó 31 números más.

Refiere Julio Alberto Lagos en su General don Hilario Lagos (Tomo II, Círculo Militar, 1972), que el periódico aludido se pudo editar merced a “una imprenta traída de Montevideo”, y que tenía por finalidad contrarrestar “a los diarios de la Plaza”. En sus páginas se informaba sobre la actuación de los sitiadores, las notas oficiales que se emitían y los decretos que se dictaban, mientras que se dispensaban mofas y versos hilarantes contra las fuerzas que apoyaban a los porteños.

Orgánica del Ejército Federal que sitió Buenos Aires. A diferencia del Ejército Defensor, el de Hilario Lagos carecía de fuerzas artilladas.

Una chirigota[7] suscrita por un anónimo payador apareció en “El Argentino Federal”; estaba dedicada a la Legión Italiana[8], la que acababa de sufrir un duro revés en un combate librado en el Hueco de las Yeguas, el 30 de mayo de 1853, a manos de la tropa sitiadora. Decía así:

AVISO

El que quiera en este pago

reírse de una disparada

no tiene más que nombrar

a la Legión Italiana

y si la nombrada fuere

allá medio entre dos luces,

verá que los teruteros

empluman como avestruces.

Sobre este primer periódico que tuvo el pueblo de campaña San José de Flores, su primer historiador, don Rómulo Carbia, ha incurrido en el error de decir en su trabajo San José de Flores, bosquejo histórico (1906) que recién tuvo la zona su primer periódico en 1873 con la aparición de “El Pueblo”. Olvida que “El Argentino Federal” no se trató de una simple gacetilla de guerra, dado que, en él, también se publicaban anuncios comerciales del pueblo.

LA HERIDA DE MITRE Y LA PROFANACION 

Se registraron numerosas batallas o combates entre sitiados y sitiadores, lo que bien vale renombrar entre unitarios porteños y federales. Consecuencia de esos enfrentamientos armados que hubo entre diciembre de 1852 y julio de 1853, fue la cicatriz en la frente que recibió por un balazo el entonces coronel Bartolomé Mitre.

Este hecho aconteció el 2 de junio de 1853, cuando una columna compuesta por dos batallones y tres escuadrones, y que estaba al mando del coronel Mitre, salió de Buenos Aires hasta llegar “a la Convalecencia y a la Barraca de Balcarce”, en lo que hoy sería el límite entre los barrios de Parque Patricios y Barracas. Fue entonces, refiere Julio Alberto Lagos, que “Al trepar a una altura para observar al enemigo el coronel Mitre recibió un disparo de fusil que afortunadamente sólo le causó una herida leve en la frente por lo que tuvo que retirarse del campo de la lucha”. Esa marca lo acompañará para el resto de su vida, llevándola como testimonio indeleble de las luchas intestinas que padeció la república.

Imagen de Bartolomé Mitre en su ancianidad. Nótese la marca o pequeña abolladura en su frente, recuerdo del Sitio de Buenos Aires.

Imagen de Bartolomé Mitre en su ancianidad. Nótese la marca o pequeña abolladura en su frente, recuerdo del Sitio de Buenos Aires.

En otro episodio, el carácter masónico de los Defensores les hizo incurrir en actos de profanación y sacrilegio, como cuando un piquete de Guardias Nacionales asaltó, en las primeras horas del 8 de febrero de 1853, el Convento de San Francisco en Buenos Aires.

Esa vez, los sacrílegos fueron acompañados por gente del pueblo con la idea supuesta de revisar si dentro del Convento se ocultaban partidarios del coronel Hilario Lagos. Al final de la requisa, solamente “fueron encontrados y tomados un chileno y tres criados, aunque el Gobierno aseguró que eran 17”, afirma Julio Alberto Lagos en su obra ya citada.

Pero no todo terminó allí, pues en el informe que dieron los religiosos que actuaban en el Convento de San Francisco, quedó patente la infamia de los sitiados que penetraron en él. Dijeron lo siguiente:

“Después de haber atropellado las celdas, amenazando de muerte a los sacerdotes, se entraron a la iglesia espada en mano y cigarro en boca. Registraron todos los altares hundiendo las espadas en los huecos. Se subieron al púlpito mientras se oficiaba misa y hasta levantaron con los sables el vestido de la Purísima Concepción, mientras abrían del mismo modo las benditas puertas del Sagrario. Se pelearon a puñetazos en la Iglesia por una botella de vino que habían robado de la sacristía. Destruyeron la huerta del Convento robándose las aves y cuatro cerdos. Se advertía que los que así procedían, eran los guardias nacionales, tenidos por decentes, pues la chusma no se atrevió a entrar.”

Este ataque artero contra una Iglesia Católica en medio del Sitio de Buenos Aires, tuvo un detalle final, y fue la resolución del Gobierno de Buenos Aires de expulsar al Fray Nicolás Aldazor de sus funciones de Superior del Convento, motivado, claro está, por su reconocida adhesión al federalismo. Concretado el trámite, el Fray Aldazor fue conducido a la cárcel pública e incomunicado hasta nuevo aviso.

Por Gabriel O. Turone

——————–

[1] Esa comisión estaba compuesta por Monseñor Mariano Escalada, Lorenzo Torres y Felipe Lavallol.

[2] Aparece mal referenciado, pues por “Eugenio Bustos” se quiso nombrar al coronel Eugenio del Busto, lenguaraz de Rosas y fundador en 1850 del actual pueblo bonaerense de Bragado.

[3] El coronel Ramón Eugenio Bustos no adhirió al levantamiento de Lagos, al punto tal de colaborar, en 1853, con el general José María Flores para desmoralizar al ejército sitiador. Por eso, en vez de “Ramón Eugenio Bustos”, la figura a la que se alude es el coronel Eugenio del Busto, como se ha dicho en otra parte de esta crónica.

[4] “El Poder Legislativo de la Nación Argentina”, de Carlos Alberto Silva, Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, 1938, página 774.

[5] El general Flores era su Ministro de Guerra.

[6] En honor a la verdad histórica, lo que también hay que decir es que el propio coronel Hilario Lagos era funcionario militar del gobernador Alsina. El 4 de noviembre de 1852 éste lo había designado a Lagos como Jefe del Departamento del Centro. E Hilario Lagos se sublevó lo mismo, lo que no quiso hacer el general Flores.

[7] La Chirigota es una coplilla recitada que tiende a hacer reír al público mediante la sátira y el humor. Tratan, más que nada, temas políticos y de actualidad, y se ofrecían para audición del público en general.

[8] La Legión Italiana tuvo por jefe al teniente coronel Olivieri, y se componía de 27 oficiales y 397 efectivos.

Leave a Comment