UNA HISTORIA CURIOSA SOBRE EL “AROMO DEL PERDON” DE MANUELITA ROSAS

Todos podemos reconocer, cuando transitamos la amplitud de los parques palermitanos, en nuestra Capital Federal, el sitio donde se hallaba el legendario caserón de San Benito de Palermo o residencia gubernativa de Juan Manuel de Rosas. El mismo que, emplazado hoy sobre terrenos del Parque “Tres de Febrero” -nombre venal si los hay-, fuera ideado por Rosas a partir del 12 de enero de 1838, que es cuando adquiere el denominado “Bañado de Palermo” al hacendado Juan Bautista Peña y ante el escribano Luis López.

Desde ese primer lote, Rosas incorporaría otros 35 lotes más, el último de los cuales lo obtuvo el 22 de enero de 1848 a sus antiguos propietarios, los señores Tiburcio y Manuel Zamudio, y que abarcaría lo que hoy se conoce como Palermo Chico. Es decir, que tardó diez años el Gobernador bonaerense en ir comprando todas esas tierras que actualmente disfrutan corredores, patinadores, ciclistas y amantes del solazo porteño.[1]

El artículo 5º de la Ley Nº 1706 que dictara la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires el 29 de julio de 1857, restablecía lo afirmado por el Decreto del 16 de febrero de 1852, en cuanto a que

“Las fincas urbanas del mismo origen, incluso Palermo y sus adyacencias, que se hallan dentro del Municipio de la ciudad de Buenos Aires, serán desde hoy consideradas  como bienes municipales, haciéndose formal entrega de ellas.” 

Como quiera que sea, esa entrega –que fue, más bien, expropiación- recién se concretaría en mayo de 1862, tras varios pedidos a Juan Nepomuceno Terrero, amigo dilecto de Rosas a quien dejó esas tierras en propiedad luego de Caseros.

Doce años más tarde, el 30 de mayo de 1874, en un arduo debate sostenido en la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados de la Nación, se esbozaron algunos nombres para bautizar al espacio donde estaba el viejo caserón: “Gran Parque de Washington”“Parque Argentino” –según quería Aristóbulo del Valle-, y, finalmente, el acérrimo antirrosista Vicente Fidel López propuso “Parque de Caseros” “Parque 3 de Febrero”, quedando la última opción tras una votación. Presidía el país Domingo Faustino Sarmiento. Finalmente, la inauguración oficial del Parque “Tres de Febrero” tuvo lugar el 11 de noviembre de 1875 bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda.

PRIMEROS DATOS DEL “AROMO DEL PERDON”  

Entre las singularidades que existían dentro del predio donde Rosas gobernó, encontramos un árbol de aromo que vino a cumplir, involuntariamente, una función específica. De acuerdo al autor Diego A. del Pino,

“Tanto en la historia como en la literatura o en el teatro, dentro del sombrío cuadro de la dictadura se destaca blanca y simpática la silueta de Manuelita; ora brillante; ora cual astro de primera magnitud en las fiestas y saraos de la aristocracia porteña de aquel tiempo; ora llevando el bálsamo de su consuelo moral y material hasta el más lejano y humilde hogar; ora implorando a su padre por alguno al pie de aquel árbol de aromo…” 

El famoso aromo fue plantado por doña Manuela Ortiz de Rozas el año 1838, y bajo su sombra resultó el rincón preferido de la hija del Restaurador para pedirle a “Tatita” por la vida de los infelices –en su mayoría, unitarios capturados por infractores a la ley- a los cuales debía aplicárseles la pena capital. Ésta, de acuerdo a las reglas de la época, consistía en el fusilamiento, el ahorcamiento o la justicia practicada por la Más Horca del coronel Cuitiño. De allí, que el árbol famoso pasase a la historia como “Aromo del Perdón”.[2]

Pedro Ochoa da en decir, que cuando el caserón de Palermo fue dinamitado en la medianoche del 3 de febrero de 1899, cuando manejaba los destinos nacionales Julio Argentino Roca, las personas que observaron aquel suceso “se arrojaron sobre los escombros ávidas de descubrir entre ellos algún tesoro escondido. Otras tomaron por asalto el histórico Aromo” donde Manuelita pasaba, incluso, “sus momentos de solaz”.

El Intendente de Buenos Aires, Adolfo Bullrich, debió colocar varios custodios para evitar la dilapidación total del aromo, pues la turbamulta lo había dejado prácticamente pelado, sin ramas. Por esos días estaba cesando en sus funciones el Embajador norteamericano en nuestro país, Buchanan, y a modo de agasajo final, Bullrich “le ofreció de regalo [al diplomático] un bastón hecho con la madera del Aromo del Perdón”, pieza que llevaba la siguiente inscripción en la parte de arriba:

“Adolfo Bullrich a W. I. B., 1899, Intendente de Buenos Aires.”

Y en uno de los costados del bastón, esto otro:

“Recuerdo de la dictadura de Don Juan Manuel de Rosas. Madera Tatané de la casa de Rosas, Palermo, Buenos Aires, edificada 1837. Demolida 3 de febrero 1899.”

El primero que comenzó a hablar de la importancia del aromo fue Enrique Udaondo, quien en julio de 1913 confeccionó un libro que contenía un “Catálogo” con “información sobre treinta y dos árboles denominados “históricos””, que de acuerdo a su catalogación, se ligaban entre sí “por hechos históricos a las tradiciones patrias”. Entre esas especies incluía el “Aromo del Perdón” de la residencia de Rosas.

En el trazado actual de la ciudad de Buenos Aires, el aromo se ubica en plaza Sicilia, en la esquina de avenida Del Libertador y avenida Sarmiento, cerca de donde estaba la habitación personal de Rosas y donde la venganza política de los vencedores de Caseros decidieron emplazar un monumento en honor al sanjuanino.

LA PRIMERA PLACA

No se sabe con exactitud el año en que fue colocada la primera placa que identificaba a dicho aromo y su historia, pero sí la institución que la fabricó y mandó poner: fue la Sociedad Florestal Argentina.

Dicha primera placa tenía forma ovalada y estaba sostenida por una columna de madera bien trabajada. La leyenda que estaba impresa dentro de la figura geométrica, decía en uno de sus tramos, que, en realidad, el aromo había sido plantado en 1845 en vez de 1838. Veamos el texto completo:

AROMO HISTORICO

LLAMADO DEL PERDON

A CUYA SOMBRA FUERON INDULTADOS

NUMEROSOS PRESOS POLITICOS

POR EL TIRANO ROZAS A PEDIDO DE SU HIJA

PLANTADORA DEL ARBOL EL AÑO 1845.

PLACA DONADA POR LA SOCIEDAD

FLORESTAL ARGENTINA.”[3]

UNA QUEJA Y LA REMOCION 

La ebullición revisionista de nuestra historia tuvo su época de gloria desde inicios de la década de 1930 hasta comienzos de los años 50. En ese período proliferaron destacadas personalidades que, entre profesionales, trabajadores y hombres de envidiable cultura, dedicaron buena parte de sus vidas a desentrañar todos y cada uno de los aspectos de la vida nacional en pos de su esclarecimiento.

Detalle de una nota suscrita por Jorge Montiel Belmonte a sus jóvenes 24 años, para el periódico “El Deber” de Montevideo (2 de diciembre de 1944). Allí va a puntualizar que Rosas no había sido un “tirano”, porque “un tirano es un hombre que en forma ilegal toma un poder, lo usurpa, lo detenta”. Y el poder de Rosas “le fue conferido por una Cámara de Representantes, asamblea legal en toda forma y constituida con lo más arraigado y honrado de la provincia”. Tenía razón.

Un hombre de ese tiempo fue el señor Jorge Montiel Belmonte, integrante del viejo Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” promediando la década de 1940 y militante de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), donde alcanzó, a partir de 1953, la jefatura de la Secretaría de Asuntos Históricos del Comando Nacional.

En julio de 1946, Montiel Belmonte comenzó a trabajar en la Municipalidad de Buenos Aires, donde, atacado por las inquietudes intelectuales que a su mente le llegaban por la falta de claridad y difusión de los hechos de nuestra historia, no dudó en colaborar en la redacción de numerosos artículos para la publicación de la Unión Obreros Municipales (UOM), que se editaba en forma de periódico.

Así notamos que, en una nota suya de diciembre de 1948 suscrita en tal diario, y que tenía por título “¿No le parece…?”, Montiel Belmonte hizo una furtiva crítica a quienes osaron colocar en la placa identificatoria del aromo, que dicho árbol fue plantado por la hija del “TIRANO ROZAS”. Hay un detalle interesante en cuanto a por qué Belmonte decidió hacer su crítica en ese órgano de difusión. Es simple: porque la remoción de la placa, que es lo que pedía el historiador y aliancista, solamente podían hacerlo los trabajadores de la Municipalidad de Buenos Aires nucleados dentro de la Secretaría de Obras Públicas y Urbanismo.

Señalaba Montiel Belmonte: “Hoy estamos en plena época de renovación de valores. Época de revisión, en que ídolos ficticios van a parar a la basura, junto con sus ideas importadas de cualquier lado”, por lo que se preguntaba, párrafo seguido, si

“(…) ¿es posible que sigamos cerrando los ojos a la verdad? ¿Acaso los que escribieron –jueces y parte- la historia del gobierno de Rosas, no fueron sus más encarnizados enemigos? 

“¿Acaso no sabemos que un juicio de Alberdi o Sarmiento o Urquiza sobre Rosas, es válido solamente cuando es en su contra? ¡Se cuentan con los dedos los que han podido leer las páginas arrepentidas de Alberdi, allá por 1865, o las de Urquiza o los juicios que en algún momento de sinceridad escribiera Sarmiento sobre Rosas!” 

Montiel Belmonte, asimismo, va a citar en la nota aludida algunos párrafos de sendas cartas en los que el supuesto “tirano” Rosas recibe los elogios de parte de San Martín, como en la misiva que el 17 de diciembre de 1835 dirige éste a José María Guido. En ella, San Martín se juega por los gobiernos fuertes, como el de Rosas, al decir que “a nuestra desgraciada tierra” le hace falta “un gobierno fuerte, o, más claro, absoluto, que enseñe a nuestros compatriotas a obedecer”. Y a tales características las vio restablecidas tras la asunción de Juan Manuel a la Gobernación de Buenos Aires en marzo de 1835.

Por último, Belmonte insta a que se quite la placa que la Sociedad Forestal Argentina colocó al pie del “Aromo del Perdón”. Lo señala en estos términos:

“Se impone, pues, retirar la palabra TIRANO, agraviante, del cartelito referido, y llamar a Rosas por su nombre: Don Juan Manuel o por su título de general, que aunque algunos se muerdan el codo, es perfectamente legítimo. 

“Tiene la palabra el caballeresco Secretario de Obras Públicas y Urbanismo, Don Guillermo Borda, para reparar esta injusticia. ¿No le parece…?”[4]

Así luce hoy el sector donde estuvo el “Aromo del Perdón”. La verja protege un retoño del mismo, y la placa rectangular fue colocada en 1974, año en que se reacondicionó dicha zona del Parque “Tres de Febrero” palermitano.

Esta solicitud hecha en el propio seno del gremio de los Municipales resultó efectiva, por cuanto el cartel que la Sociedad Forestal Argentina había puesto en el “Aromo del Perdón” fue retirado en 1949. Para desgracia, debemos decirlo, ese sector del amplio Parque “Tres de Febrero” fue cayendo en un paulatino abandono que también fue dejando sin vida al árbol original, quedando retoños del mismo.

Será recién en 1974, coincidente con otra etapa del resurgir revisionista, que se hicieron algunos arreglos con la idea de darle algo del antiguo y extraviado esplendor a la zona del aromo, cercándose el retoño sobreviviente con una verja de hierro y colocándose una segunda placa que es la que todavía vemos en el sitio. El nuevo texto del cartel, dice así:

“AROMO DE MANUELITA

LUGAR HISTORICO

TESTIMONIO DE UNA DE LAS EPOCAS

MAS IMPORTANTES

DE LA VIDA NACIONAL.

HOMENAJE DE LA MUNICIPALIDAD

DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES.”

Ya no se menciona a Juan Manuel de Rosas como “tirano”, y se dignifica a la época que gobernó como de las “más importantes de la vida nacional”. Sin más, estas aclaraciones hacen pensar que aquella mínima batalla gramatical librada y ganada por un digno historiador revisionista como Jorge Montiel Belmonte, favoreció, por fin, al destierro de una mentira, a revalorizar lo que es nuestro y se desconoce, y a pelear, fuera en el terreno que fuera, contra la sistematización de un embuste que el relato y los intereses inconfesables han dado, desde siempre, por sentado. Y eso, señores, es dar el buen combate.

Por Gabriel O. Turone

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Bibliografía: 

*) “¿No le parece…?”, de Jorge Montiel Belmonte, Periódico U.O.M., Unión Obreros Municipales, Diciembre 1948.

*) Del Pino, Diego A. “Historia del Jardín Zoológico Municipal”, Cuadernos de la Ciudad de Buenos Aires, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1980.

*) “El Parque Tres de Febrero”, Buenos Aires nos cuenta Nº 20, Octubre 1991.

*) Ochoa, Pedro Olgo. “Árboles históricos: Historia viva”, Revista Todo es Historia, Año III, Nº 32, Diciembre de 1969.

*) Ramos, Jorge y Schávelzon, Daniel. “El caserón de Rosas”, Corregidor, Buenos Aires, 2009.

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Referencias:

[1] La propiedad del caserón y de sus parques adyacentes totalizaba unas 541 hectáreas. Conste que Juan Manuel de Rosas no adquirió lotes en Palermo desde el 4 de julio de 1839 hasta el 14 de marzo de 1842.

[2] BLASCO, MARIA ELIDA (2010). “Un panteón de naturaleza nacional: la transformación de los árboles en “reliquias históricas argentinas”, 1910 y 1920”, [en línea], Historiapolitica.com, [consultado el 1º/1/18], disponible en: http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/blasco4.pdf

[3] Nótese que en la imagen expuesta dice “Florestal”, y no “Forestal”, que es la forma correcta. La fotografía original es de 1931 y pertenece al Archivo General de la Nación (AGN), Inventario 145387.

[4] Guillermo Antonio Borda (1914-2002), fue un reconocido jurista que ejerció, en el trienio 1946-1949, como Secretario de Obras Públicas y Urbanismo de Buenos Aires. También se desempeñó como Ministro del Interior del gobierno de facto de Onganía.

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