EXHUMACIÓN Y ESTUDIO DEL CADAVER DE DORREGO, A UN AÑO DE SU MUERTE

Discurrían los primeros días desde que Rosas había asumido la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires en 1829, cuando comenzaron los preparativos para el traslado desde San Lorenzo de Navarro de los restos del coronel Manuel Dorrego, los que se hallaban en un sepulcro del viejo cementerio contiguo a la iglesia del pueblo.

Antes que esto ocurriera, Rosas –que por esos días recibió el título de Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Ayres, de acuerdo al Artículo 2º de la Minuta de Decreto Nº 2 emitido el 17 de diciembre de 1829- dispuso declarar

“libelos infamatorios y ofensivos de la moral y decencia pública todos los papeles dados a luz por las imprentas de esta ciudad desde el primero de Diciembre de 1828 hasta la convención de 24 de Junio último, que contengan expresiones infamantes, denigrativas, o en algún modo injuriosas a las personas del finado gobernador de la provincia coronel D. Manuel Dorrego, del comandante general de campaña coronel D. Juan Manuel Rosas, de los gobernadores de las provincias, de los beneméritos patriotas que han servido a la causa del orden, de los ministros de las naciones amigas residentes en esta, o de cualquier otro ciudadano o habitante de la provincia.”[1] 

La recolección de todos esos papeles declarados “infamatorios y ofensivos”, debían estar reunidos y clasificados “en el término de 90 días desde esta fecha”. Firman esta Minuta de Decreto Nº 1, personalidades como Zuñiga, Anchorena, Obligado y Vidal, todos integrantes de la Honorable Sala de Representantes de Buenos Aires. No hace falta explicar, que esos documentos eran los relativos al gobierno ilegal encabezado por el general unitario Juan Lavalle. Fueron muy importantes, a su vez, los pedidos de “socorros” hechos al “SSmo. Padre el Sumo Pontífice de Roma […] para el sostén y fomento de la Religión Católica que profesan y desean conservar en toda su pureza los pueblos de la república”, pedidos que fueron expuestos en la Minuta de Comunicación esbozada ese mismo 17 de diciembre de 1829.

Esta imagen, dada a conocer en nuestro portal en una nota del 26 de noviembre de 2013, muestra la placa que existe, y que recuerda, el lugar donde descansaron los restos del coronel Dorrego en Navarro hasta su traslado hacia Buenos Aires en 1829.

Unos días antes, el 13 de diciembre, al cumplirse el primer aniversario de la muerte por fusilamiento de Manuel Dorrego, “salió de esta capital [Buenos Aires] una comisión pública a traer de Navarro los restos del gran Dorrego”[2], la cual hizo un pormenorizado detalle o informe de lo hallado que salió en los medios de la época. A ese informe, se le agrega otro posterior que fue rubricado por el Dr. Cosme Argerich, profesional que fuera nombrado por el Gobierno de Rosas para acompañar a los miembros de la comisión que se trasladó a Navarro.

La introducción del primero de esos informes, decía esto:

“En el pueblo de San Lorenzo, partido de Navarro, a catorce días del mes de Diciembre del año de mil ochocientos veinte y nueve. El Sr. camarista D. Miguel de Villegas, acompañado del juez de paz sustituto D. Pedro Trejo, del cura Doctor D. Juan José Castañer, de D. Indalecio Palma, y D. Manuel López, vecinos respetables del lugar, que unánimemente le propusieron ambos Sres. al fin de su comisión, así mismo del profesor de medicina, nombrado separadamente por la superioridad al propio objeto, Dr. D. Cosme Argerich, y de mí el escribano mayor de gobierno para dar cumplimiento al superior decreto de veinte y nueve de Octubre último, se dirigió con la comitiva al paraje en que fue instruido hallarse enterrado el Sr. gobernador y capitán general, coronel D. Manuel Dorrego.” 

A partir de allí, comienzan las anotaciones acerca del estado del cadáver de Dorrego, del ropaje que tenía puesto al momento de su muerte y de la sepultura en sí:

“[…] estando en él [en el sepulcro de Manuel Dorrego], y observaron todos, que la sepultura que se hallaba situada fuera del Templo (y según se midió) en distancia de cinco y media varas línea recta de su frente y puerta principal con la diferencia de dos tercias en que inclinaba hacia su parte lateral izquierda, estaba señalada con ladrillos de canto introducidos en tierra por todos sus cuatro costados con una pequeña piedra en el centro; informado por muchos de los circunstantes que habían presenciado la ejecución y enterramiento del dicho finado Sr. gobernador, que las ropas exteriores que vestía en estas dos situaciones consistían en una sabanilla de algodón color obscuro, una corbata negra, una chaqueta de lanilla escocesa, un pantalón de paño azul, botas fuertes, y una venda de pañuelo amarillo con que le cubrieron los ojos para ser fusilado, con estos conocimientos bajo la dirección del citado facultativo dispuso ya la efusión, que tuvo principio a las once y media de la mañana, habiéndose llegado a dar con el cuerpo a las doce y veinte y cinco minutos, todo en este propio día; fue aquí entonces, que se presentó el cadáver entero a excepción de la cabeza, que estaba separada del cuerpo en parte, y dividida en varios pedazos, con un golpe de fusil, al parecer, en el costado izquierdo del pecho, y con todas aquellas señales que se han mencionado; luego de extraído de la fosa, y lavado, aparecieron dos cicatrices además, que se presentaron como antiguas, y estaban situadas en las partes laterales y superiores del cuello, en cuyo estado lo puse a disposición del referido Doctor Argerich para que se expidiese en las diligencias peculiares de su facultad hasta acomodarlo en la urna de plomo destinada al efecto.”

Sencillo sepulcro donde descansaba el sueño eterno Manuel Dorrego en San Lorenzo de Navarro, al lado de la Iglesia.

Así concluía este primer informe tras el relevamiento hecho sobre el cadáver de Dorrego y de su morada navarrense. Interesa, a su vez, por lo exhaustivo, el segundo trabajo que, como hemos dicho, fue firmado por el doctor Cosme Argerich.[3] En algunos de sus párrafos más salientes, dice que

“Estaba deshecho todo el cráneo, y sus huesos divididos en fragmentos muy considerables; de la cara sólo se conservaban intactos la mandíbula superior, quijada inferior, y pómulos; todas las partes blandas que cubren estas regiones estaban consumidas; el pelo se hallaba intacto; existía la lengua desecada; todo el cuello se encontró entero, y bien patentes en sus partes laterales y superiores las cicatrices de las gloriosas heridas en defensa de la patria.”

Da en saber el doctor Argerich, que “existe la entrada de una bala, cuya salida no se ha visto por la espalda”, y que su vientre y la mitad del húmero se hallaban desecadas, al igual que sus extremos inferiores a excepción del pie izquierdo (“tenía deshecho parte del tarso”, dice Argerich). Afirma, al mismo tiempo, que antes de colocar el cuerpo de Dorrego en una urna, “Procedí en seguida a lavar el cadáver con agua”.

Sin embargo, no consistió la colocación del cadáver del prócer federal en una simple maniobra, dado que Argerich tomó todos los recaudos del caso, máxime por tratarse de los despojos de una de las figuras más queridas de la provincia. Por eso, concluye diciendo que

“Como estaba aún articulado completamente [el cuerpo] creí de necesidad, para que cupiese en ella [en la urna], desarticular los extremos inferiores por la articulación coxofemolar: después sumergí todo el cadáver en una solución de sublimado corrosivo, donde permaneció hasta las diez de la mañana del día de ayer, en que, después de puesto por un rato al sol, y barnizado todo por aceite de trementina, fue colocado en la urna, después de bien perfumado, a las doce y veinte y cinco minutos del día, a la presencia del Sr. camarista, el escribano mayor de gobierno, y muchos vecinos; cerré la urna, poniéndole dos candados, cuyas llaves fueron entregadas por mí al Sr. camarista Dr. D. Miguel Villegas.” 

En una procesión que demandó dos días, llegó el cuerpo del desgraciado Manuel Dorrego al pueblo San José de Flores, donde fue depositado en su curato –el que se ubicada en la esquina sudoeste de las actuales Rivera Indarte y Ramón L. Falcón- hasta el día 20 de diciembre de 1829, previa celebración de “una misa solemne y una oración fúnebre que pronunció el Sr. D. Zenón Piedra”. Concluidos estos fastos religiosos, siguió la marcha del cadáver de Dorrego hasta la Iglesia Nuestra Señora de La Piedad, donde también pronunció una misa y reseña sobre el finado el cura párroco y rector de la misma, Dr. Mariano Medrano y Cabrera.

Famoso catafalco que contuvo, en las exequias religiosas de Buenos Aires, los restos de Dorrego antes de su morada final de Recoleta. Al pie de esta ilustración, copia del original, se lee que Carlos Zucchi -mencionado como el arquitecto de la obra- realizó el catafalco por encargo de la viuda de Dorrego, doña Ángela Baudrix, “en testimonio de obsequio y respeto”.

Seguido de militares, pueblo de Buenos Aires, funcionarios de Rosas y hombres de la Iglesia, el cortejo fúnebre, consistente en un estupendamente ornamentado catafalco, obra del famoso arquitecto Carlos Zucchi, se dirigió al Fuerte. Una vez dentro, la urna con los restos de Dorrego se dejó “en la sala del depósito” al tiempo que “la comunidad de San Francisco cantó vísperas, y el clero secular maitines y laudes”, dice una crónica de la época.[4] También se ejecutaron tres temas militares, uno de las cuales anunció retreta fúnebre. El día 21 de diciembre, y por oficio de la comunidad religiosa de los Franciscanos, de los curas de todas las parroquias porteñas y el senado elcesiástico, Dorrego fue llevado a la Catedral a las 12 del mediodía, donde aguardaban Juan Manuel de Rosas y todos sus funcionarios.

Fue el Padre Santiago María Figueredo quien dio una extensísima oración fúnebre que duró hasta cerca de las 18 horas [5], cuando la comitiva, y el catafalco que contenía la urna con los restos de Dorrego, se dirigieron hacia el Cementerio de La Recoleta. Su tumba también fue hecha a nuevo por el mencionado arquitecto Zucchi.

Por Gabriel O. Turone


Referencias:

[1] Periódico “El Lucero”, Nº 88, Buenos Aires, 23 de diciembre de 1829, página 2.

[2] Juan Manuel de Rosas designó, al frente de esa comisión pública, al camarista Dr. Miguel de Villegas.

[3] El estudio del Dr. Argerich sobre el cadáver fue hecho el 14 de diciembre de 1829, y el informe lo elaboró y rubricó el día 16 de ese mes.

[4] Periódico “El Lucero”, Nº 88, Buenos Aires, 23 de diciembre de 1829, página 4.

[5] Esta “oración o elogio fúnebre” del cura Figueredo, fue editada por la Imprenta del Estado, lo que permite ver, a las claras, la extensión que mereció dicho homenaje: Se trata de un documento de 20 páginas –de entre 36 y 40 renglones escritos cada una- que se dividía en dos partes o secciones, y que tiene al final unas 19 notas o referencias surgidas del texto. Éste describía el derrotero de la vida civil, militar y religiosa del mártir de Navarro.

En un párrafo, se lee: “[…] os recuerdo, que D. Manuel Dorrego fue un hijo fiel a la patria, y un verdadero discípulo de Jesucristo: quiero decir; que el señor Dorrego desempeñó durante su vida los deberes de un ciudadano buen patriota, de un militar valiente, y de un gobernador virtuoso; y que en su muerte, nos legó los más expresivos ejemplos de patriotismo y religión: en una palabra; sus virtudes civiles y cristianas van a ser el asunto de su elogio, y el objeto de vuestra atención”.

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