GREGORIO PARISI, EL POETA GAUCHESCO DE LINIERS

Esta figura del verso nativo y popular fue vecino del barrio porteño de Liniers, al cual dedicó numerosas piezas poéticas que intentaron reflejar una fisonomía que, oscilante entre el campo y la ciudad, hoy ya es lejana aunque perdurable en la memoria de sus antiguos habitantes.

El mismo Parisi refleja sus orígenes gaucho-urbanos en el poema Amigo Lector, el primero que aparece en su obra inaugural, que llevó por título Pampa y Pueblo (Ismael B. Colombo, 1966):

Soy del pago de Liniers,

nací y aun vivo en mi rancho,

donde no ronda el carancho.

Soy del año dieciséis,

sigo el camino del bien,

por indicación cristiana,

que a mi sentimiento hermana

el valor de la amistad

y viva una eternidad

cerca o en tierras lejanas.

Como los versos precedentes lo indican, Gregorio “Goyo” Parisi había nacido en el año 1916, inclinándose por la escritura recién a sus cincuenta años de edad. Se ganó la vida como obrero de los talleres ferroviarios, teniendo el privilegio de restaurar a “La Porteña”, la primera locomotora argentina cuyo viaje inaugural sucedería en el año 1857. Otra ocupación que tuvo fue la de tropero, resultándole ideal para mejor transitar los confines de la patria y recolectar así infinidad de situaciones que, tarde o temprano, plasmó en la poesía. Y hasta abrazó la albañilería.

Parisi alcanzó a publicar al menos tres libros: Pampa y Pueblo (1966); Nostalgia Eterna (1968); y, De un Pobre Soñador (1974). En el primero de ellos, existen 49 poemas, en el segundo 60 poemas y 4 ensayos, y en su tercera obra encontramos 72 poemas y 2 ensayos. ¡Una magnífica producción! Los poemas de Parisi podían abarcar Milongas, ZambasValsesBolerosEstilosPaso Dobles y Tangos, por refrendar algunos de los géneros que empleó en su huella sentida y cantoral. Como auténtico hombre del pueblo, Gregorio Parisi no dejó su compromiso político de lado, por eso exaltó la figura de don Hipólito Yrigoyen, en piezas tales como Ejemplo de Honradez, o sino en la que tituló Un pedido a Su Excelencia, donde de refilón dispensa elogios hacia Yrigoyen y el recientemente ungido Presidente de la Nación, Dr. Arturo Umberto Illia. Y aunque parezca extraño, Parisi hasta dedica unos versos para el malogrado John F. Kennedy (“Quién apagó esa luz/ que alumbraba en todo el mundo,/ con esos rayos profundos/ de amor y humanidad,/ luz en la eternidad/ nunca hallará el olvido,/ porque ese ser tan querido/ hermano de la igualdad,/ el mundo lo llevará/ en su corazón prendido”)[1]. De esta manera, Gregorio Parisi dejaba sentada su versatilidad y lo multifacético de su criolla inventiva.

Ya en Pampa y Pueblo, el autor no oculta la desbordante pasión que sintió durante toda su vida por el gauchaje, la cultura del campo, los personajes de los centros urbanos, los payadores, las danzas nativas y los íconos más salientes de las populosas barriadas del oeste capitalino. Más adelante, Parisi afiebró su torrente de sensible versificador por temas más cercanos al idilio amoroso y a sus andanzas por las provincias del interior, donde conocerá a personajes entrañables que le hicieron ver que esa cultura nativa a la que tanto amaba y respetaba aún seguía vigente.

Decíamos que no fue el barrio de Liniers su único desvelo al momento de retratar las orillas de Buenos Aires. En la que fuera su tercera obra de poemas, De un Pobre Soñador (1974), Gregorio Parisi reivindica a los últimos grandes payadores que llegaron a patear las huellas tranquilas de Mataderos:

Era el barrio Mataderos

cuna del bardo soñador

donde vivía un buen señor

que era Don Pascual Fortino

su cocina, asado y vino

era un fogón permanente

muy querido del ambiente

de cantos y guitarreadas

su fama era mentada

por bondadoso ¡un valiente!

Y sigue expresando Parisi:

Y al volver por los caminos

que trazaron los reseros

viejos criollos y troperos

allá en los viejos corrales

al cojonear de baguales

al brillo de los aperos

y al chispear como yesqueros

las brasas en el fogón

se ve doliente visión

de cantores y guitarreros.

Como la fiebre del oro

era el canto al literato

cultores como Damato,

Castro o Ezeiza Gabino

payadores argentinos

Betinoti, Ríos, García,

Vázquez, Esteban Echeverría,

Mata, Curlando, Cazón

componían el malón

que Almafuerte soñaría.

Dedica a “una vieja casa quinta” de humilde arquitectura y “gauchos habitantes” de Villa Luro, el poema Pedazo de Tradición. A ella había acudido Parisi llamado por un trabajo de ocasión que se le ofrecía, pero grande será su sorpresa al comprobar que la dueña del lugar (una “patrona”, dirá el poeta) recordaba a su padre, acaso una de las voces legendarias del grupo folklórico “Los Trovadores de Cuyo”. Luego, escribe a un añoso ombú de la calle Boquerón, en Liniers, y rinde tributo al Partido de la Matanza, zona con ayeres de fogones, troperos y fletes.

El recordado poeta linierense tuvo su propia galería de payadores predilectos, contándose, en primer término, don Gabino Ezeiza, seguido muy de cerca por Martín Castro, al que tiene por amigo y maestro suyo en el arte de versear sobre las cosas nuestras. Incluso siente devoción por Ignacio Corsini, lo mismo por Carlos Gardel, a quien memora en numerosas ocasiones, todas ellas verdaderas postales cargadas de mucha bohemia y veneración (Parisi lo definió como el “más grande cantor de todos los tiempos”). Amó también a los amigos predilectos del gaucho argentino, esto son, el caballo y el perro, como lo asienta en Es triste olvidar Amigos:

El caballo es el amigo

como también lo es el perro

y usar contra ellos el fierro

no es ser hijo de una madre

pues aquí y donde se cuadre

es parte de nuestras vidas

y en las regiones perdidas

donde peligra el cristiano

ellos son más que un hermano

y la Humanidad lo olvida.

Otra ponderación que hace al caballo, la encontramos en Hazaña Gloriosa, en la que apela a versos octosílabos para narrar la travesía continental americana de Gato Mancha. 

La injusticia hace estragos, sin embargo, cuando advertimos que no existen referencias a la vista que aludan al deceso de don Gregorio Parisi. Doy por sentado que, mientras escribo esta nota –diciembre de 2015-, Parisi sería un hombre centenario, y que yo sepa en los últimos 20 o 25 años jamás se lo ha vuelto a mencionar en los medios masivos de comunicación. No hay para su memoria plaza, monumento, placa o peña folklórica alguna que le rinda el homenaje póstumo que tiene harto merecido. Sin embargo, la genialidad de su prosa le reservó para él un final idílico, maravilloso y melancólico, a la vez, que quizás haya podido cumplir al pie de la letra:

EL ULTIMO DESEO

Quiero en mi último deseo

un programa de festejos

para jóvenes y viejos

que sea una alegre reunión

llena de satisfacción

que se divierta la gente

porque el que va a estar ausente

para un futuro diría

que es triste la lejanía

y vivimos un presente.

Correr mi última cuadrera

con mi viejo parejero

y me jugaré hasta el cuero

aunque me lleven ventaja

pondré de cincha mi faja

de rebenque el corazón

si pierdo en esta ocasión

como lo hace el buen paisano

diré que ha llegado hermano

el fin de mi tradición. 

(…) 

En vez de flores yo quiero

que brillen los payadores

poetas, recitadores

cantores y bailarines

que resuene en los confines

más lejanos de este suelo

la imponencia y el desvelo

de gallardo soñador

que muriendo va de amor

por su pasión y su anhelo.

Envuelto en mi poncho Pampa

llego al fin de la jornada

con la tropilla gateada

como rindiéndome honores

a la luz de resplandores

que dejan las nazarenas

al bailar con las morenas

bajo el ombú corpulento

y como un vientito siento

el flamear de sus melenas.

Cuando aparezca el lucero

habré pasado al olvido

y en esa tierra hará nido

algún pájaro agorero

no cantarán los jilgueros

sobre una cruz de tala

y en las noches una luz mala

vendrá a alumbrar mi morada

que estará muy desolada

en el campo la baguala.

Por Gabriel O. Turone

[1] “A John F. Kennedy”. Pampa y Pueblo, 1966, página 18. Kennedy fue el primer presidente norteamericano de extracción católica. Murió asesinado en Texas, el 22 de noviembre de 1963.

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